Hace tiempo que el PP se ha echado al monte, y ahora les ha dado por competir con los que desprestigian y ningunean las instituciones.
Porque, si grave es no acudir a una sesión del Congreso, sobre todo a la inaugural de una legislatura, más grave es despreciar a su presidenta que, no lo olvidemos, es la tercera autoridad del Estado.
Pues, lo primero, llevan años haciéndolo los independentistas; y lo segundo, es la nueva práctica del PP. Una vez más, alineados con la extrema derecha, en una lamentable demostración de descortesía y mala educación, no con la presidenta Armengol, que pertenece al PSOE, sino con la institución que representa, los diputados y diputadas del PP no aplaudieron su discurso porque no es de su partido y porque están enfadados por no tener el poder.
El partido que presume de ser más español que nadie, de constitucionalismo, de patriotismo y que cree que los símbolos del estado le pertenecen, se mofa de las instituciones porque las urnas los han puesto en la oposición.
Así es el PP que, además de rencoroso y desleal, ahora ha cambiado los aplausos y el respeto institucional por la algarada callejera, aunque, eso sí, envueltos en la bandera, que siempre da un poco más de empaque y credibilidad.
Pero la cosa no acabó ahí, porque después salió el moderado Feijoo a los medios para pedir que les descuenten el salario a los que no han asistido a la sesión inaugural. En eso lleva razón, porque debería ser obligatorio que sus señorías estén presentes en todas las sesiones del Congreso.
Además, hace gala Feijoo de una enorme coherencia, porque ya dijo lo mismo cuando Rajoy, en pleno debate de la moción de censura que acabó con su mandato, abandonó el Congreso para emborracharse en un restaurante cercano y dejó el bolso de la vicepresidenta en su escaño. Vamos que, a la moderación, une el señor Feijoo la coherencia entre sus destacadas virtudes.
Muy bien, señor Feijoo, siga por ese camino, usted a lo suyo.