Cómo entendemos la felicidad

06 de xuño 2022
Actualizado: 18 de xuño 2024

Siempre se ha dicho que la felicidad está en las pequeñas cosasb>. Como un bello tópico, podemos citar la sonrisa de un niño, el sonido del mar, la textura suave de una sábana al despertarse, la voz de una persona amada…los más hedonistas encontrarán placer en las texturas, gustos, colores y sabores perceptibles a través de los sentidos, los más espirituales en el yoga, la oración y en infinidad de experiencias y perspectivas metafísicas…

Siempre se ha dicho que la felicidad está en las pequeñas cosas. Como un bello tópico, podemos citar la sonrisa de un niño, el sonido del mar, la textura suave de una sábana al despertarse, la voz de una persona amada…los más hedonistas encontrarán placer en las texturas, gustos, colores y sabores perceptibles a través de los sentidos, los más espirituales en el yoga, la oración y en infinidad de experiencias y perspectivas metafísicas… así, la felicidad es esa entelequia universal tan perseguida y comentada a través de los siglos, ese cajón desastre subjetivo y adaptado cada vez a una definición, con tantas caras como un dado y tantas formas como un mutante. No puede existir un solo concepto inamovible de la misma, no puede materializarse, intercambiarse, hacerse eterna o encerrar en una caja fuerte. Las personas felices pueden serlo por años, meses, por unas décimas de segundo…se distinguen por la expresión de su cara, al sonreír se les marcan unas arruguitas en la comisura de la boca, y su respiración es honda, acompasada y profunda.

Tienen una buena salud emocional y se centran más en lo positivo que en la negatividad de la existencia.

Se sienten satisfechas compartiendo, dando y no emiten quejas sobre su vida, sino que resaltan su agradecimiento sobre lo que esta les da. Transmiten buenas vibraciones a su entorno, y acometen los lances del día a día con entusiasmo y voluntad. Esta, por supuesto, podría ser una de tantas definiciones, no existiendo una exacta; pero sin duda podemos hallar características comunes en las personas que se precian de ser felices, aun cuando ni ellas mismas sean conscientes, por considerarlo una especie de estado zen lógico y natural, en el que se sienten a gusto y desde el que observan los diferentes rostros del día a día.

Todas las personas perseguimos esa utopía llamada Felicidad, las buscamos a través de cambios, metas, personas, objetivos, objetos materiales e inmateriales, sensaciones, sustancias, comidas, bebidas, relaciones, vínculos, palabras, sueños.

Existen, por tanto, varios caminos que consideramos posibles para lograrla, unos más lícitos que otros, unos más profundos que otros. Cada persona construye su propio concepto de la misma, no hay dos iguales. Hay personas que nunca logran alcanzar ese estado, sumidas en una perenne melancolía. Esto nos puede suceder a todos, cuando las pruebas de la vida son demasiadas y nos pesa la tristeza cotidiana, cuando perdemos a alguien querido, cuando se rompe un vínculo importante o no alcanzamos nuestros objetivos profesionales. La pugna por la felicidad es dura, ardua, en ocasiones su búsqueda nos lleva toda la vida y es una constante arbitraria, un ideal que no logramos alcanzar ni rozar con la mano apenas. Otras veces, la encontramos en los pequeños detalles, y parece tan simple y tierna que está al alcance de los dedos, de un sonido, de una puesta de Sol. Podríamos concluir que se trata de una actitud , una predisposición voluntaria a sentirse de esta manera, un prisma con el que observar la realidad. Así pues, las personas felices no serían aquellas a las que les ocurre algo por accidente, o que poseen una inmensa fortuna, sino aquellas a las que la vida les otorga un prisma colorido, unas lentes con las que observar la realidad y filtrar lo negativo de manera que la positividad inunde todo y pueda favorecer el tránsito por los días, las semanas y los meses. Una persona feliz puede serlo por segundos, lustros, semanas. Una persona feliz no necesariamente se distingue por sus posesiones o logros académicos o profesionales, sino por su forma de procesar y encarar la vida.

Así, una vida sencilla en el campo y el retiro interior, la sabiduría de los años o la armonía en sus actos y hechos puede ser la clave para alcanzar este estado tan preciado y perseguido. Otras veces se trata de compartir amor, amor fraternal, a una pareja o a los hijos, amor universal a la existencia , filosofías de vida sosegadas y profundas, que llenen nuestro interior y nos proporcionen ese lleno vital que a veces los agujeros de la soledad producen.

En otras ocasiones, paradójicamente, la propia soledad buscada puede revertir en paz y sosiego, de manera que lo mismo que unas personas tratan de evitar, se convierta para otras en el germen de su propia felicidad. Así, como hemos dicho, nunca existe un solo concepto o un solo camino para hallar este bien preciado y extraño para muchos, añorado por todo el mundo y tantas veces reconceptuado.

Cabe concluir que la Felicidad no tiene un solo el camino, sino que constituye en sí misma el camino para vivir una vida plena y dichosa, de manera que aprendamos a valorar lo que somos y tenemos en armonía con la vida, y esto nos lleve a sentir plenitud interna, con la que desarrollamos y hacemos un camino recto hacia la libertad individual y colectiva. La Felicidad no es patrimonio de unos pocos, sino derechos de todos y todas y así debe de ser comprendida, valorada y disfrutada.