La nueva política, aquello que nos vendieron como la solución a los problemas de España, hace aguas. Corrupción, gente anclada al sillón público y enchufismo deliberado a diestro y siniestro, eran sólo algunos de los males que gangrenaban la salud de nuestra democrática y que los nuevos iban a solucionar. Así aparecieron partidos nuevos y con ellos personajes curiosos y salvapatrias, como los de Podemos y sus socios periféricos.
Entre todos ellos, destaca Ada Colau, que de activista antidesahucios dio el salto a la política para hacerse con la alcaldía de Barcelona. Y con intenciones de quedarse, porque le ha cogido el gusto al poder. Colau ha aprendido rápido que en política lo mejor es pasar desapercibido, no mojarse, y navega entre la ambigüedad y la indefinición. ¿Colau es independentista o defiende el orden constitucional? Le vale todo siempre que con ello gane votos. Dice que no es independentista pero votó SI en la consulta ilegal del 9-N.
También promovió y participó en el referendo ilegal del 1-O, y por si fuera poco, considera la aplicación del 155 un acto de represión del Gobierno que, entre otras cosas, ha traído de nuevo los presos políticos a España.
En definitiva, su incongruencia y ambigüedad es de tales dimensiones, que después de todo lo que ha pasado en Cataluña en los últimos meses, todavía no tiene claro si es una República o sigue siendo una Comunidad Autónoma porque, como ella dice, está "perpleja".
Esa misma ambigüedad, le ha llevado romper con PSC en el gobierno municipal para hacer un guiño a ERC, para ver si pueden gobernar juntos la Generalitat. Ahora, haciendo gala de su oportunismo, ha aprovechado la ausencia de los líderes independentistas en Cataluña (fugados, encarcelados o renegados) para coger la estelada y ponerse al frente de lo que queda del secesionismo aunque, eso si, sin asumir claramente que es independentista.
Veremos si la estrategia le sale bien, porque si acaba formando gobierno con ERC y éstos nuevamente se echan al monte, Colau deberá por fin definirse. Pero eso todavía está lejos, de momento su objetivo es tirarse en brazos de Oriol Junqueras. Brazos políticos, por supuesto.