Chaladuras

17 de novembro 2021
Actualizado: 18 de xuño 2024

Atención. Voy a hablar de cuando estuve en coma, esta mañana, durante cinco segundos y doce centésimas. Me hallaba en el salón de mi casa, contemplando por la ventana como la mañana se abría paso sin nubes, cuando no resbalé en la alfrombra, no me caí de bruces sobre la mesita, no me golpeé en la cabeza y no quedé tendido cuan largo era en el suelo

Atención. Voy a hablar de cuando estuve en coma, esta mañana, durante cinco segundos y doce centésimas. Me hallaba en el salón de mi casa, contemplando por la ventana como la mañana se abría paso sin nubes, cuando no resbalé en la alfrombra, no me caí de bruces sobre la mesita, no me golpeé en la cabeza y no quedé tendido cuan largo era en el suelo. Nada de eso sucedió pero fue como si hubiese sucedido porque, de pronto, vi todo mi vida pasar fugazmente. No duró ni medio segundo. O había tenido una mierda de vida o mi programador cerebral debería ser despedido ipso-facto. Cinco segundos y pico después recuperé el sentido. Uno de ellos. No el del ridículo, por supuesto. Tampoco el sentido común. Ni el arácnido, que nunca tuve. Pero algún sentido recuperé porque recuerdo que noté que había vuelto en mí. De haber vuelto en otra persona supongo que me habría enterado igualmente, tan torpe no soy. Habría mirado a esa persona a los ojos y, con toda la honestidad del mundo, le habría dicho: eh, tú, soy yo. Sobrarían comentarios. Tras volver en mí, lo primero que hice fue palparme el cuerpo para verificar que había regresado entero. No se me ocurrió ponerme delande de un espejo. Vale, sí que se me ocurrió, pero la verdad es que me entró pánico de que no me viese reflejado en él. Por eso me palpé y, tras hacerlo, lo primero que pensé es que todo estaba bien y lo segundo es que había engordado ultimamente. Siendo ultimamente una medida de tiempo bastante amplia. Miré a mi alrededor y comprobé que seguía en el salón de mi casa. Sin embargo, dije con voz flojita: ¿qué estoy haciendo aquí? Pensé que era lo que había que hacer en estos casos. ¿Dónde estoy? Insistí. Vi pasar un gato, uno que tenemos en casa prestado, que además es gata, y ni lo pensé: ¿qué rayos hace este bicho aquí?, solté levantando algo más la voz. En ese momento mi esposa entró en el salón. Había estado escuchando en el umbral de la puerta que da al pasillo. Tenía cara de preocupación. Me preguntó si me encontraba bien. Fueron unos segundos decisivos. O abortaba o iba con todo hacia adelante. ¿Quién es usted? le dije.

 

Hace media hora que me han dado el alta en la planta de psiquiatría del Provincial. Tras cuatro días ingresado, me había cansado de la sopa que ponían a diario, había metido la pata en un par de ocasiones y mi mujer me lanzaba miradas cargadas de sospecha y de amenazas. Confesé, convencido de que era lo mejor, alegando que me había dado vergüenza hacerlo antes pero que ya no podía soportar otra noche más los gritos del paciente de la 415.