Luis Rubiales se negó a dimitir, dijo que la culpa es de todos los que le acusan de abuso de poder y machismo; y que el perjudicado es él, porque se considera víctima de una persecución sin escrúpulos. Exactamente dijo, "el problema, es la lacra del falso feminismo". Es decir, para Rubiales, condenar un magreo no consentido a una mujer es "falso feminismo". Así nos va, con miles de sujetos como este, y otros tantos que les justifican.
Ese es el problema de fondo. Más allá del beso sin consentimiento, que es gravísimo, quizás lo peor sea el poso que deja el ataque al feminismo por considerarlo un exceso. Ese pensamiento que muchos tienen, y que sacan a pasear cuando se les ven las costuras por sus acciones machistas. Ahí está el verdadero problema que hay que cortar de raíz.
Por otro lado, que Rubiales no iba a dimitir se podía intuir porque, ¿dónde va a ir cobrando lo que cobra por mantener una red clientelar de poder con las federaciones autonómicas? Una red de palmeros, que le aplauden porque le deben buena parte de sus ingresos, haga lo que haga, aunque lo que haga, sea abusar de una mujer.
Sobre Rubiales, que gestiona la Federación Española de Fútbol como si fuera su cortijo privado, como a la mayoría de sus antecesores, recaen graves sospechas de enriquecimiento ilícito y corrupción; y ahora, a él le cabe el honor de añadir el abuso de poder y el machismo a esas cualidades.
Sin embargo, Rubiales, además de abusador, es un mentiroso, porque después de haberse inventado unas supuestas declaraciones en las que Jennifer Hermoso afirmaba que el beso era consentido, y a pesar del comunicado de la jugadora dejando claro que no lo era, insistió en su error, y afirmó que todo el mundo ve lo que para él solo es un "pico". Vamos, que le estaba haciendo un favor. Eso mismo debió de pensar su madre, quien, en un alarde de machismo femenino, que es el peor de todos, se puso en huelga de hambre para defender a su desvalido cachorro.
Lo de Rubiales es vomitivo, pero tampoco es admisible que el fútbol español en general, y los futbolistas en particular, sigan callados ante esta vergüenza. Que las estrellas del fútbol masculino, que ganan millones de euros y viven en una burbuja de lujos, no hayan salido en masa a la palestra para condenar este hecho tan grave de forma rotunda, es para dejar de bailarles el agua y condenar su silencio de forma enérgica porque, ¿quién calla no otorga?