Lo soy cuando me obligo a comprender y perdonar, cuando elijo creer en mentiras sabiendo que son falsas, cuando me conformo. Soy mi propio holocausto cuando me despierto ya agotada, sin la voluntad de intentar algo nuevo.
Soy mi propio holocausto cuando dudo de mí misma y me lastimo. Cuando me miro en el espejo y detesto lo que veo, convirtiéndome en mi peor enemiga, lanzando críticas que no perdonan. Cuando digo "no" a la vida, negándome a vivirla plenamente. Lo soy cuando elijo mi ropa pensando en la mirada ajena y no en la mía. Cuando abandono mis metas solo para sobrevivir el día a día con más facilidad.
Soy mi propio holocausto cuando me comprometo con los demás y olvido mis propias necesidades. Cuando oro por mis hijos, por mi madre, pero me dejo fuera de mis propias oraciones. Cuando pospongo mis deseos y, con ello, congelo mi vida.
Soy mi propio holocausto, mi propia pena, mi mayor enemigo. Soy mi despedida anticipada, mi propio obstáculo. Me consumo en la multitud, me pierdo entre quienes me rodean, me relego al último lugar, esperando un "después" que nunca llega.
Soy mi propio holocausto cuando siento lástima por otros y me olvido de mis propios dones. Me vuelvo menos, atrapada en actividades que no reflejan quién soy. Me saboteo cuando dudo, cuando soy indecisa, confusa, mediocre.
Soy mi propio holocausto cuando temo enfrentar desafíos, cuando prefiero que otros decidan por mí. Cuando me enamoro de la persona equivocada y acepto lo inaceptable. Cuando me obligo a soportar el desamor y la traición. Me destruyo cuando sufro por aquellos que me hacen daño. Soy mi peor enemiga cuando resisto y, además, me enorgullezco de esa resistencia. Me rompo a mí misma cuando no puedo culpar a otros por mis fracasos ni jugar el papel de víctima, porque a lo largo de mi vida, no me he puesto como prioridad.
Soy mi propio holocausto cuando no me tomo el tiempo para entenderme, y me coloco en situaciones que me garantizan perder, solo para que otros ganen y yo aplauda su victoria.
Soy mi mayor obstáculo cuando pienso que no merezco ser feliz, cuando me siento culpable si lo soy. Cuando permito que otros me hagan sentir pequeña. Lloro en soledad, creyendo que mostrar mis emociones me hace débil.
Soy mi propio holocausto cuando no siento compasión por mí misma, cuando no me admiro ni celebro mis logros. No me celebro a mí misma, cuando lo que debería ser mi prioridad es precisamente eso: celebrarme.