Es frustrante aceptar que hay momentos en la vida en los que sentimos el dolor de una herida causada por alguien más, y que no podemos hacer nada para evitarlo.
La impotencia se mezcla con una profunda decepción, intensificando lo que ya sentimos. Antes me resistía a sentir coraje o ira porque creía que eso me hacía perder el control. ¿Pero qué control? Al final, igual estaba herida.
Creo que a nadie le importa realmente cuando estamos lastimados. Nos hacen creer que sí, que están preocupados, pero en el fondo es solo una ilusión. La única persona a la que realmente le duele tu dolor… eres tú.
A lo largo de los años, ya como una mujer adulta de 50 plus, he aprendido a sufrir. Sí, aprendí a darme permiso para sentir el dolor, pero no de manera indefinida. Descubrí lo esencial que es reconocer y aceptar lo que sentimos sin negarlo.
Eso no nos hace frágiles. Al contrario, nos permite vernos con honestidad, tal como realmente somos. Nos obliga a consolarnos a nosotras mismas y a comprender que nadie más lo hará, porque nadie más puede sentir exactamente lo que llevamos dentro.
Llorar por otros es fácil. Llorar por una película o por una muerte está ok. Pero qué difícil se me hacía llorar por mí. Tanto, que lo disfrazaba con música, para poder decir que fue la canción la que me hizo llorar. ¿Te ha pasado?
Eso quedó atrás. Hoy sé que mi corazón necesita que sea su mejor amiga, que lo escuche de verdad.
Reconocer a quienes nos dañan, nos hieren o nos humillan, con o sin intención, es fundamental. No importa quién sea, debemos enfrentarlo y exigir respeto. Porque, aunque no podemos controlar a los demás, sí tenemos el poder de decidir cómo reaccionamos ante sus acciones.
Si me estás leyendo, detente un momento y reflexiona sobre esto.
No hablo de maltrato físico o emocional, sino de esas heridas que dejan las acciones de quienes queremos, amamos o consideramos especiales en nuestra vida. De esas palabras no dichas, de los silencios que duelen, de las decisiones que no podemos controlar pero que, inevitablemente, nos afectan.
Si sientes que entiendes de lo que hablo, porque lo has vivido en tu propia piel, entonces es momento de hacer el cambio. No sigas ignorando lo que tu corazón ya sabe. Atrévete a transformar tu realidad.
Mereces paz, mereces respeto, y, sobre todo, mereces ser la prioridad en tu propia vida. No dejes que el miedo o la costumbre te mantengan en un lugar donde ya no floreces. El primer paso siempre es el más difícil, pero también el más liberador.
Hoy es un buen día para elegirte a ti. Un buen día para llorar y darte permiso de sufrir por aquello que te duele, sin culpa, sin prisa. Porque sentir es parte del proceso, y solo enfrentándolo podrás sanar.