Rodrigo Cota
Vergüenza granate
Fue el momento en que me avergoncé de ser granate: estábamos haciendo cola dispuestos a comprar entradas para el partido que jugó la selección española. Yo hubiera preferido ver a la selección gallega en Pasarón, pero ese es otro tema.
Estaba en esa cola un día en que se vendían entradas destinadas a los socios del Pontevedra CF. Delante de mí se encontraba un matrimonio de octogenarios.
Bien por no haberse informado adecuadamente, bien porque el Club había informado mal, el señor creyó que con su carnet podría adquirir dos entradas, una para él y otra para su esposa. Al llegar su turno después de casi dos horas haciendo cola, puso el carnet sobre la taquilla y pidió dos entradas. Le dijeron que no, que solamente podían vender una por socio. Fue entonces cuando me fijé en su número de carnet. Era el socio número seis.
Se formó un pequeño revuelo y los que estábamos cerca pedimos al taquillero que hiciera la vista gorda o que buscara una solución, que estábamos ante el socio número seis, un señor que ha sido fiel a los colores desde el principio de los tiempos, una institución, historia viva de nuestro club, un granate al que deberían haber llamado para regalarle dos entradas o las que quisiera y no tenerlo dos horas haciendo cola; un socio que no ha fallado al Club ni una sola vez en toda su vida, que ha ayudado año tras año durante décadas a mantener al Pontevedra CF en pie.
Fue imposible. De malos modos el taquillero nos hizo callar y el socio número seis, disciplinado, se fue de allí sin protestar, con una sola entrada y con su esposa del brazo, decepcionados ambos porque ella no podría acompañarle en un momento tan importante para él como la inauguración oficial del nuevo Pasarón.
Aquí siempre se habían respetado los galones. Y los galones de verdad nunca han sido los de un Presidente. Los presidentes vienen y se van, o deberían irse. Los galones son los de un octogenario, un socio número seis que fue granate toda su vida y morirá granate. Cuando un club se degrada de tal manera, ya para mí los colores son lo de menos. Me avergüenzo de pertenecer a un club deshumanizado que no respeta a nadie, porque cuando se pierde el respeto al socio número seis podemos imaginar lo que nuestro Presidente piensa del resto de la afición.
Esa es la filosofía que Mauricio y quienes lo acompañan han impregnado en nuestro equipo, la del desprecio a todo lo que rodea al Club: peñas, socios, afición, accionistas minoritarios y la propia ciudad a la que representa. Mauricio ha dimitido ya dos veces y las rosas de despedida que regaló a las chicas de la oficina se van marchitando con la misma celeridad con la que se pudre el club que dirige, sin que nada parezca importarle un carallo.
Habría mil argumentos más para pedir a Mauricio que se vaya de una vez, pero me basta con éste. Un tío que llega a la presidencia de un club como el nuestro y no sabe que el socio número seis, o el dos, o el nueve deben ser tratados como dioses, además de no tener ni puta idea de cómo se preside un club ni de qué significa el Pontevedra CF, es un auténtico zoquete. Por mi parte, mientras Mauricio siga siendo el Presidente, me sentiré avergonzado de mis colores, por mucho que me duela. Dicen que los colores están por encima de todo. Pues no: están por encima de casi todo, pero no de todo. Los colores son importantes cuando están revestidos de dignidad. Cuando están llenos de mierda, no son más que eso: colores llenos de mierda.
17.11.2012