Están ustedes invitados

29 de septiembre 2021
Actualizada: 18 de junio 2024

Atención, pregunta: ¿usted leería un artículo que no trata sobre nada en particular?, ¿sería capaz de terminar unas líneas que le llevan a dar un paseo por lugares que no solo le importan un pimiento sino que le resultan absolutamente desconocidos, además de extraños?, ¿le supondría algún problema que le contaran cosas que no van a ninguna parte pero al mismo tiempo tampoco le ocasionan menoscabo racional alguno?

Atención, pregunta: ¿usted leería un artículo que no trata sobre nada en particular?, ¿sería capaz de terminar unas líneas que le llevan a dar un paseo por lugares que no solo le importan un pimiento sino que le resultan absolutamente desconocidos, además de extraños?, ¿le supondría algún problema que le contaran cosas que no van a ninguna parte pero al mismo tiempo tampoco le ocasionan menoscabo racional alguno? Bueno, al final fueron tres preguntas, nadie es perfecto.

Si usted ha respondido que sí a las tres, le invito a seguir leyendo. Si ha respondido que sí a una o dos ellas, le invito a seguir leyendo. Y, por descontado, si ha respondido que no a las tres también le invito a seguir leyendo. Allá usted. Por invitar que no sea.

El sueño de todo articulista, da igual que lo reconozca o no, es cambiar la vida de sus lectores con uno de sus artículos. Es un sueño absurdo, porque ningún artículo puede cambiar la vida de nadie. Es decir, de nadie en su sano juicio. Otra cosa es intentarlo. El articulista (una raza muy falsa) tiene la obligación de intentarlo. Con todas sus fuerzas, que suelen ser muy pocas, sobre todo si escribe antes de cenar y no ha merendado. Si un columnista no es capaz de sentarse a escribir con la intención de cambiarle la vida a alguien, por imposible que resulte, ni es columnista ni es nada. Igual es que en vez de columnista es un quintacolumnista. Definamos el concepto: "un conjunto de personas potencialmente desleales a la comunidad en la que viven y susceptibles de colaborar de distintas formas con el enemigo". ¿Qué entendemos aquí por enemigo? Pues cualquier ser vivo que por obra, palabra u omisión (¿de qué me suena esto?) se dedique a dificultar la ya de por sí complicada labor del columnista. Como pueden comprender, no será un servidor quién les diga que la labor del columnista es un camino de rosas. No es ni camino. Como mucho una pista forestal. Llena de silvas y de tojos. Sufrimos mucho. Ya solo ponerte a pensar el asunto sobre el que versará (qué bien sueno estos: "sobre el que versará") tu próxima columna es algo que produce urticaria, flato, aerofagia, mareos y escoliosis. Estamos hablando de que pensar en un tema para luego escribir sobre él es una actividad muy peligrosa. De hecho, hay articulistas que prefieren no hacerlo y se ponen a escribir sobre nada. Literalmente. Igual que en un capítulo de "Seinfeld", en que que Seinfeld y George se ponen a escribir el piloto de una comedia para televisión y deciden que la trama vaya sobre nada. Solamente unos personajes (ellos y sus amigos) y las conversaciones que tienen entre sí. Apunte: vean "Seinfeld" para aprender sobre nada en particular pero entenderlo todo sobre las relaciones humanas.

Retomemos el hilo, por enmarañado que esté: hablábamos de articulistas que se conducen como ciegos guiando a ciegos. Ojo, puede resultar un paseo magnífico. Vamos a ver: usted se sube a una montaña rusa y cuando termina el viaje resulta que se encuentra en el lugar desde donde ha salido. ¡Pero menudo viaje! A eso se la juega el que propone el juego. Se sienta delante del teclado y con cada línea que consigue trazar, un pensamiento se repite en su sesera: "Están ustedes invitados".