Rodrigo Cota
No violencia e inacción
Me pregunto a veces por qué en España no se monta una revolución como dios manda. Hay tanta gente que no tiene nada que perder que no me lo explico. Y llego a la conclusión de que Gandhi ha hecho mucho daño a las causas revolucionarias. Paso a explicarme: no es culpa de Gandhi, sino de la imagen distorsionada que tenemos de él, la de un viejecillo encantador que siempre ponía la otra mejilla, que comía yogur cuando no estaba en huelga de hambre, tan humilde que vestía esos trapos que parecían pañales, siempre en paz consigo mismo, siempre exhibiendo una sonrisa beatífica y tan bonachón que presentaba sus reivindicaciones pidiéndolas por favor.
Los nuevos movimientos antisistema van alejándose poco a poco (o eso esperamos), del vandalismo inútil e innecesario y quieren ser como Gandhi, o como creen que era Gandhi. Aquel 15-M del que ya nadie se acuerda, por ejemplo. Aquellos campamentos que montaban, aquellas canciones con las que amenazaban a los poderosos y a la banca; aquellas asambleas en las que exigían que el sistema se cayera solo.
Pero entre la no violencia y la violencia, como entre el blanco y el negro, existe una escala de grises que nadie por aquí parece dispuesto a explorar. El que quiera ser Gandhi, que lo sea. Gandhi acompañaba su pacifismo activo de una serie de acciones que realmente eran las que le conducían a los logros. La resistencia civil, en primer lugar. Pongámoslo con mayúsculas, que se lee de otra manera: Resistencia Civil. La Marcha de la Sal, por ejemplo, ejerció una violencia brutal, aunque no física, contra la economía británica y contra su autoridad. Se quejaba Gandhi, con razón, de los elevados impuestos que los habitantes de la India tenían que pagar a los ingleses por comprar su propia sal. Inició entonces una campaña para que los indios recolectaran sal, algo que no estaba permitido, y dejaran de comprarla.
Gandhi ejerció mucho la desobediencia. Desobediencia y no-colaboración. Pidió a su pueblo que no se alistara en el ejército inglés durante la Segunda Guerra. Pidió a los indios de Sudáfrica que no se registrasen ni pagasen impuestos mientras no recibiesen el mismo trato que un ciudadano inglés. En realidad, se pasó media vida haciendo cosas ilegales y pidiendo que se incumpliesen leyes injustas.
Boicot. Una guerra comercial contra el sector textil británico: montó otra campaña para que los indios tejiesen su propia tela, organizando quemas de tejidos extranjeros. Otra acción directa contra la economía del adversario y contra sus intereses comerciales, que por algo estaban allí los ingleses, por interés comercial.
Luego está el liderazgo: Liderazgo. Aparte del que ejercía el propio Gandhi, contaba con el apoyo de otros líderes visibles. Hoy España no tiene líderes sociales. Los tiene políticos o sindicales, pero no sociales, que son los que de verdad hacen revoluciones. Esa carencia fue muy visible durante el 15-M. Decenas o centenares de indignados se erigían en portavoces del movimiento y lanzaban a los cuatro vientos mensajes confusos o directamente discordantes, sin que de allí emergiera un solo líder. No es excusa el carácter asambleario y participativo del movimiento, pues las asambleas también están para que los líderes se postulen y sean elegidos.
Gandhi no logró la independencia de la India (bien que no salió tal como él esperaba), comiendo yogures, que es lo que parece que entendemos por aquí. Fue ante todo un verdadero activista antisistema, que diríamos hoy. Hizo muchísimo daño a los que ocupaban su tierra. Tanto que les obligó a retirarse. Hizo mucho más daño del que hubiera podido hacer ejerciendo la violencia directa contra uno de los ejércitos más poderosos del planeta.
Es la acción la que produce resultados, no la inacción. Tenemos también algún ejemplo, bien que entre activistas que persiguen un fin concreto: Stop Desahucios, pongo por caso, que limitan sus acciones, bastante eficaces, a eso, a frenar desahucios y que no parecen buscar algo más allá, aunque podría ser un germen; o las plataformas de afectados por las preferentes, que con ocupaciones de bancos e instituciones al menos han conseguido mantener viva su causa.
El sistema nunca tiembla si no es atacado, aunque sea por vías no violentas; el sistema no se molesta ni en defenderse cuando no ve acción frente a él. Las protestas por sí mismas no suelen producir cambios si no van acompañadas de otras acciones, que es lo que hacía Gandhi: sobre todo, utilizar cada uno de los mecanismos no violentos a su alcance para dañar al rival todo lo posible. Se ha confundido el pacifismo con la inacción, de ahí que no haya podido articularse una oposición social y los movimientos se inflan y desinflan a la misma velocidad a la que su contenido se desperdicia, difuminándose en una no violencia entendida erróneamente como ausencia de acción directa.
26.02.2013