Seres indóMITOs: Ana Santos
Puede que sea por nacer a esa hora o por ser un número próximo al tan polémico 13, pero sea como sea, las 12 es una de mis horas favoritas del día. Perfecta para tomar el aperitivo o con margen suficiente para hacer un par de recados antes de comer. También es buena hora para entrevistar a una mujer que se jubiló, paradójicamente, para poder seguir trabajando.
Pasaba un minuto de las 12 cuando se abrió ante mí la puerta de lo que claramente era la casa de mi entrevistada. Y no lo digo porque fuera ella la que abrió dicha puerta sino porque era tal y como la imaginaba.
Conozco a Ana desde hace ya algunos años, cuando me dio clase, y su casa es un fiel reflejo de su personalidad. En ella, el color cobra vida desde el primer paso y en cada rincón se respira la esencia, pasión y estilo de quien la habita. Unos majestuosos muebles de origen familiar acompañados por otros de corte más moderno y numerosos elementos decorativos me hacen pensar que no hay ni un solo objeto que no albergue una historia especial para Ana.
El recorrido termina en la cocina, que según nuestra entrevistada, es el corazón de la casa, y por ese mismo motivo decidimos sentarnos allí.
¿Te gusta cocinar?
Cuando estoy feliz cocino, aunque soy una cocinera social. Para mí no me gusta porque me cuido mucho pero me encanta hacerlo para otros.
¿Podrías definirte en tres palabras?
Trabajadora, inquieta e incansable.
¿De Pontevedra de siempre?
Sí. Nací en lo que hoy es la calle Benito Corbal. Mis padres nacieron ya aquí los dos. La familia de mi madre era de la parroquia de Xeve, donde nació mi madre, y la de mi padre de La Estrada.
¿Cómo es tu relación con Pontevedra?
Pontevedra me encanta. Cuando voy de viaje siempre estoy pensando en volver. Aunque, creo que la gente joven debería salir, ver lo que hay en el mundo y luego volver. Me parece fundamental.
¿Cuál es la mayor traición que te has hecho a ti misma?
No creer en mí. Mis hermanos eran más listos que yo y mi madre para no aguantarme en casa, porque yo era muy rebelde, me mandaba a todo tipo de actividades. Creía que tenía que demostrar más que ellos por ser mujer y trataba de llamar la atención aunque fuera descuidando los estudios.
¿Un plan que aborreces?
Quedarme en casa viendo la tele. Dejar que el tiempo pase por mí, ¡me espanta! Desde que me jubilé no paré. Me matriculé en la Universidad de Vigo y este año curso una materia de Magisterio. Es muy enriquecedor estar con gente mucho más joven. Coincidí con algún exalumno y es muy bonito ver cómo cambian las relaciones. Además, heredé de una tía unas piezas de traje regional que gracias a la asociación Sete Espadelas supe valorar, no económicamente sino etnográficamente y cuando me lo piden desfilo con ellas usando alguno de esos trajes. Me siento muy orgullosa porque me acuerdo de mi familia y para mí es como si mi tía o mi abuela llevaran puesto el traje. Es un homenaje. Como ves, ¡no paro!
Y entre todo lo que haces, ¿hay algo que hagas que creías que nunca harías?
Repito muchas cosas que hacía mi padre y que pensé que jamás haría. Cuando veo una esquela de alguien que tiene 70 años o así, recuerdo cuando mi padre llamaba “chicos” a los de esa edad y yo me reía… ¡qué razón tenía!
¿Un año sin ir a misa o un año sin ir de fiesta?
Sin duda un año sin ir a misa. Solo voy en los funerales porque creo que hay que acompañar a la familia y al fallecido pero después… de pequeña sí por herencia de costumbres familiares pero después te preguntas, ¿para qué?
En el trabajo, en tu etapa activa como profesora, desarrollaste muchos proyectos europeos con tu alumnado, ¿qué aportaron?
Me enriquecieron muchísimo en lo profesional y en lo personal. Me sirvieron para valorar más al alumnado y a su vez ayudarles a valorarse más. Creo que sirvieron para abrirles los ojos a la realidad. Muchos a día de hoy me dicen que quieren irse o que gracias a aquella primera toma de contacto se fueron a trabajar fuera. Estoy muy agradecida por poder desarrollarlos.
¿La mayor lección que te dio un alumno?
No sabría decirte. Pero creo que la reflexión sobre eso la cometes una vez te jubilas y aún estoy en esa fase. Los agradecimientos vienen después. Nadie me dijo que fui injusta en algún momento y eso es muy importante para mí. Mientras ejerces eres el ogro que exiges, que pones notas, entonces eso pasa y queda lo bueno. Me encanta que me paren por la calle y que me pidan consejo. Recibo a muchos en el espacio Arroelo que vienen a preguntarme porque saben que estoy al día en muchos temas de proyectos europeos. Hice muchos contactos durante mi etapa activa y eso lo valoran mucho.
¿Cuánta importancia le das a conocer gente en tu día a día?
Mucha, si eres un poco abierto puedes conocer a gente a diario y eso es muy importante como también lo es saber cuidar las relaciones. Hay gente que solo sabe pedir y se trata de que el beneficio sea mutuo.
¿Mandar o motivar? ¿Cómo se acaba antes?
Pues me acabé dando cuenta de que motivando se consigue mucho más. Lleva más trabajo pero a largo plazo es mucho más beneficioso. Con los alumnos lo viví, y no necesariamente tiene que ser una buena nota al final del curso. Hay otras muchas formas.
En el año 2020 decides jubilarte y emprender un nuevo proyecto, ¿qué te motivó a dar ese paso?
Antes de jubilarme sabía que quería hacer un blog dedicado a personas de más de 60 años que promoviese el envejecimiento activo, pero realmente no sabía cómo. Por otro lado veía que había gente muy joven que necesitaba entrar a trabajar. Yo llevaba 35 años y creí que era momento de pasar el testigo. Además se jubilaban 8 compañeros de los de siempre y creí que así se cerraba una etapa.
Ese blog 'De vella a bella', ¿cuándo tomó forma?
Me jubilé en junio y al mes siguiente me invitaron a pasar 15 días en el Co-living Anceu. Allí estuve en contacto con mucha gente joven que entendía más que yo de nuevas tecnologías y gracias a ellos el proyecto tomó forma. Me hicieron tomar una perspectiva más realista del mismo. Yo pretendía hacerlo a nivel internacional y me di cuenta de que eso era inabarcable. Encontré a una chica a la que contraté para que me crease la web, asumiendo yo todos los gastos, y posteriormente busqué al que sería el equipo.
¿Te costó encontrar a la gente que quisiese participar?
La verdad es que no. Tenía muy claro que no quería hacer una asociación y tampoco quería que hubiese dinero por medio. Somos un colectivo y al no haber papeles por medio todo es mucho más cómodo. Tanto para empezar a participar como para dejar de hacerlo. Solo una persona me puso una condición y era que el proyecto fuese en gallego.
¿La aceptaste?
Por supuesto. Yo no lo hablo habitualmente porque en mi época no pude estudiarlo pero siempre lo entendí porque era lo que se hablaba en casa. Me alegro de ponerme al día con mi idioma materno.
¿Qué perfil buscabas?
Buscaba y sigo buscando a personas de más de 60 años, jubilados o no, que estén dispuestas a trabajar de muy distintas formas. Tengo compañeros a los que les apasiona viajar y hacen pequeñas guías de viaje, tenemos escritores, cocinillas que suben las recetas a Youtube. Todo el mundo puede aportar algo.
Pasaste de dirigir una clase llena de adolescentes a un grupo con gente de más de 60 años. ¿Quién se deja mandar mejor?
Obviamente los alumnos, al estar en un régimen de estudio que implica tener que poner una nota, siempre obedecen más pero realmente te diría que por igual. Lo importante es, como comentamos antes, la motivación.
Este blog reivindica al colectivo +60 años, dime qué temas crees que se aparcan o que no se abordan al llegar a esta edad?
Algo por lo que no se pregunta a la gente de más de 60 es por el amor. Muchas veces se piensa que cuando te jubilas lo haces en todos los sentidos y no es así. Tengo unos tíos que se casaron con 70 años y la gente se reía de ellos. Ahora los entiendo a la perfección. Sé que he vivido más de la mitad de mi vida pero me veo fantástica y digo ¿por qué no lo iban a hacer? (Risas)
Para Ana, Pontevedra sabe a tranquilidad, huele a hogar, se ve del color de la piedra (que no gris porque es un color que se asocia con la tristeza) y suena a cultura. Definitivamente, Ana siente Pontevedra.
EL CUESTIONARIO:
- Nunca salgo de casa… sin desayunar.
- En mi nevera siempre hay… licor café.
- En mi armario destaca… el color.
- La edad es… experiencia.
- Siempre fui el ojo derecho de… nadie.
- Pontevedra tiene alma de… bruja.
- Creo en… mí.
- El año que marcó mi vida fue… 2020.
- El mejor regalo que me pueden hacer es… compañía.
- Mi lugar en el mundo es… Pontevedra.
- Si no pudiese vivir en Pontevedra, viviría en… Galicia, cerca de la costa.
- Mi momento favorito del día es… el amanecer.
- Pontevedra… siempre.