Manuel Pérez Lourido
Denuncias, andanzas y pantomimas de Pedro Sánchez
Hace diez años, recién llegado Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE, el comisario Villarejo recibía instrucciones para investigar a su suegro, el padre de Begoña Sánchez. Entonces fue cuando comenzó a gestarse la pantomima de este fin de semana.
Se le ha criticado a Sánchez que cesase su actividad como presidente durante cinco días. Ya se ha visto que la vida del país ha continuado como si tal cosa. Sería maravilloso que los mismos que se han rasgado las vestiduras por ese hecho se hubiesen al menos arrancado un botón de la camisa cuando Núñez Feijoo decidió paralizar la vida política de la nación durante un par de semanas para someterse a una investidura que sabía perdida de antemano. La política se hace también de gestos, por eso Feijoo se prestó a pintar la mona en el Congreso y Sánchez ha amenazado con dejar los trastos con la excusa de reflexionar. Y algo más.
¿Valía la pena esta pantomima solo para poner el foco en el lawfare galopante que padecemos, en el uso y abuso de la prensa afín para propalar bulos y trasladar insultos? ¿Es que no se sabía ya todo eso? Que el mismo poder judicial que no era capaz de establecer quién era el M.Rajoy de los papeles de Bárcenas ahora admite una denuncia sostenida por recortes de prensa (y el denunciante sale a advertir que a mi plin, que la culpa será de los medios de donde he obtenido los recortes).
Que Ignacio González, ex-presidente de la Comunidad de Madrid, le pedía al ex-ministro Zaplana que trajera de nuevo a España al juez García Castellón (doce años de "retiro" en Europa) porque las cosas se estaban poniendo feas para algunos en los juzgados. Cierto que tanto González como Zaplana terminaron conociendo la cárcel, la Justicia es ciega pero no tanto.
¿Es que no hemos oído como, desde la época de Casado, le llamaban a Sánchez: felón, ridículo, ególatra, okupa, irresponsable, cínico, sociópata, incompetente...?
O cuando le llaman hijo de puta y un gabinete de comunicación, ese que amenaza a periodistas por whatsapp, lo convierte en un chascarrillo sobre la idea de que te gusta la fruta.
Vivimos en una época en que en politica menguan las ideas y los principios éticos y brotan los chascarrillos, como lo de "que te vote Chapote" (que no es otra cosa que resucitar a ETA. Ah, no, que según Díaz Ayuso, Bildu aún es ETA).
Además de reagrupar a los suyos y los menos suyos (García Page a la cabeza), poco ha conseguido Pedro Sánchez con este gesto, del que de momento hay mucho menos fruto que discrepancia. Se ha polarizado más la escena política, si cabe, y existen pocas dudas de que las derechas seguirán atacando e insultando (si acaso de forma más cruenta).
Una cosa es que Sánchez estuviese hasta el gorro de la política barriobajera, propia de quien no acepta una votación en el Congreso porque está bien ser demócrata, pero duele cuando te arrebatan el poder que ya estabas acariciando; y otra que además te toquen la familia. Ahí es cuando se te ven las costuras y te hartas y te decides pintar un poco la mona para llamar la atención sobre algo que es de sobra conocido, lo que no lo hace menos grave.
Ojalá estos cinco días sirviesen para algo, de una forma reconocible y auténtica, pero mucho me temo que no será así. Y la culpa la tendremos un poco todos.