Rafael FJ Rios
Vascos y bascas
Vascongadas. La basca bizcaína es una tierra obnubilada donde las haya, dominada por el nacionalismo hasta el tuétano. No hay polluelo que escape del nido, menos aún: no hay ácrata que se mee en el nido. Al inicio de la democracia su industria y empleo suponían el 7,80% de la riqueza nacional y hoy, bajando-bajando -¡bajando un 24,49 %!- suponen solamente el 5,89 %. Esto es un dato que se lo va a saltar el nacionalismo porque, siendo propietarios de la comba, es conocido que se juega únicamente a lo que el gran manitú decida. Aquella emigración gallega de los años 60 y 70 que poblaron medio país vascongado -los padres trabajadores de Miguel Angel Blanco, por ejemplo, desde un pueblo de Orense a ganarse la vida y la muerte en Ermua- con la que los rh+ alcanzaban el primer puesto entre las zonas de España más dinámicas, y hoy son los tiempos en los que al PIB de los morroskos, en relación con el resto de las comunidades, les han ido comiendo la tostada y han perdido exactamente una cuarta parte de la ventaja que llevaban. Cojitrancos, se llama la cosa. ¿… Tendrá algo que ver con la gestión del poder político, nacionalistas ellos? Indudablemente. Llevan 40 años de dominio, nunca mejor dicho. Pese a contribuir a los gastos comunales en una proporción muy inferior al resto y por tanto disponer de mayor capacidad de gobierno, no han sido capaces de seguir el ritmo y van perdiendo terreno ejercicio a ejercicio. El año pasado crecieron la mitad que el conjunto de la nación.
Hay que decir en su defensa que su mentalidad ya no es paduana ni lugareña y, ni por corto alcance viciada de miradas furtivas. No. Tú llamas a la puerta de las Vascongadas y nadie se pone a la mirilla a ver quién es, sino que abren sus puertas de par en par al mundo, al extraño, al español. Es una de las zonas de España en las que hay más extraños. Desde los tiempos en que abandonaron el chozo y la cría del curricho ya no se muestran desconfiados de todos los que no sean del lugar, no. Están tan abiertos al mundo que, si los de la Estación Espacial enfocasen bien su cámara, veríanse como hormiguitas la cantidad de extraños, ciudadanos de todas las clases entrando en el país, queriendo acogerse a la buenavida, la buenaventura y la buenandanza de los lugareños. Es uno de los lugares del mundo occidental, civilizado, moderno, en el que el planeta Tierra deja de existir tan pronto alcanza sus comarcas, ahí los caminos no son del caminante como en Castilla, con sus horizontes y cielos inmensos que te invaden; allí se trazan líneas entre caserío y caserío para anudar madejas porque son muy de maquilas. Con esta técnica los de aquella puerta se unieron con los de aquella otra y así fueron formando un corro de vecinos igualados socialmente con los que formar una partida, y ya puestos, un partido, el pnv. Todos con la misma zamarra, como debe ser. En todas las casas, una banderita al lado de Nuestra Señora de Begoña. Nos hemos enterado que, como buenos capataces encargados de la finca, a todo el que entre por la puerta de las Vascongadas exigen el cumplimiento de las normas que ellos dictan: dicen que a las matronas, a los ingenieros, a los albañiles, a los conductores, a los funcionarios, a todos, el cuidador de la finca les exige una lengua. ¡Non me dijas iso!. No me lo puedo creer. Eso sí, el cuidador de la finca debe ser parvo: no le va a ir a trabajar nadie, ya sea el peón albañil o el ingeniero. Además, se dice de buenas fuentes que esa lengua no la habla de forma habitual ni el 10% de la población, pese a la inmensidad de dinero esquilado a las ovejas y a la imposición por cojoneh a las lanares.
Después de ir a misa se dan cuenta que el cura entorna los ojos cada vez que habla del Con Flicto, que debe ser una nueva genuflexión, o una peña grande, vaya Vd. a saber, y quedando preocupados miran con ojos escrutadores la pinta de los que no conocen, a ver si son de allí. Como los trompos pinochos que ruedan en el sitio -disculpando la fealdad: onde cajan, mexan-, el smog nacionalista los hace aún más boinas. En Plencia, pleno verano, fiesta total: no cabía un alma por toda la zona del embarcadero saliendo al mar y aquello apestaba a meo de una manera inmensa, universal, letrinesco asunto que era peor que una explosión nuclear. ¿Alguien del lugar hacía referencia al asunto? No. Todos callados, chiquitos en mano, familias, niños, los tumultuosos jóvenes leones meándose por todas las esquinas sin que nadie osara mentar la bicha y no precisamente la de Balazote. Ansí son los gloriosos: amparan a su querido pueblo y lo quieren y acunan y cuando cometen algún desmán, miran para otro lado y le pasan la mano por el lomo. Ya sea meando o matando o pateando mujeres y guardias civiles, da igual. Tú sueltas un gazapillo español por las veredas bizcaínas y lo liquidan a patadas en un santiamén. Son ellos así, listos, abiertos, rasos… Me encanta que una tercera parte de los hijos nacidos dentro de las mugas lo sean de madres extranjeras. Los capataces y los guardianes con pipa no quieren españoles -se declaran marcianos-, pero buenísimos son los colombianos y los de Camerún para dinamitar el catecismo.
No queda más que nombrar que sus crímenes están amortizados, gozan de la impunidad que el PNV, el PSOE y el PP les han otorgado. No hay ciudadanía para levantar un muro contra el Olvido. No hay Justicia, no hay Libertad. En pastos montanos las ovejas pacen libremente.