El rey emérito, Juan Carlos I, se ha convertido este sábado en espectador de excepción del partido entre el Club Cisne Balonmano y el Barcelona B, en el que juega su nieto Pablo Urdangarín.
El monarca aprovechó su estancia en Sanxenxo para desplazarse hasta Pontevedra y presenciar el encuentro en el Pabellón Municipal de los Deportes.
La estancia del emérito en Abu Dabi desde agosto de 2020 ha impedido que haya podido presenciar los partidos del segundo hijo de la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, de modo que este encuentro era una oportunidad única.
El emérito llegó al pabellón a las 19.15 horas de este sábado, con todos los jugadores ya en el terreno de juego y el partido empezado desde hacía 15 minutos. A su llegada, su nieto estaba en el banquillo, pero tan solo un minuto después saltó a la cancha.
Durante el partido, se sentó en la grada inferior del pabellón, detrás de los banquillos, acompañado por su amigo Pedro Campos, anfitrión durante su estancia en Sanxenxo; y por Pedro de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, duque de Calabria.
La llegada del emérito al pabellón pasó casi desapercibida, pues nadie avisó y los espectadores estaban centrados en el encuentro. Hubo que esperar hasta el descanso cuando, desde megafonía, anunciaron que había un "espectador de lujo" para que llegasen los aplausos, que resultaron tibios, apenas de una parte del público.
Al término del partido sí fue protagonista. Tras la victoria del Cisne, mientras el equipo celebraba, numerosos niños se acercaron a hacerse fotos con él.
El monarca se prestó a todos los retratos mientras esperaba por su nieto, que poco después se acercó a verle y mantuvieron un encuentro breve, pero cargado de emoción, en el que, con la valla de las gradas separándoles, se abrazaron y besaron y compartieron confidencias al oído, en gestos cariñosos en los que la cara el emérito fue la típica de un abuelo orgulloso y contento del reencuentro durante 45 segundos.
Con su dificultad de movilidad habitual, Justo antes de ese encuentro, había sufrido un pequeño resbalón en las gradas en el que, cuando le levantaban, se resbaló de las manos de sus acompañantes, y tuvo que volver a sentarse.
Luego, abandonó el pabellón tras hacerse una foto con los concejales del PP de Pontevedra Guille Juncal, Pepa Pardo y Martín Martínez. Poco después, Juncal explicó que pensaron que tenían que ir a mostrarle sus "respetos" y valoró "muy positivamente" su visita. También comentó que acudieron para apoyar el Cisne en este partido decisivo, no por la visita del emérito, pues "no teníamos ni idea de que iba a venir al partido".
Pepa Pardo aseguró que lo encontró "muy accesible" y que quisieron saludarlo para mostrarle su "cariño, afecto y respeto", como hizo "muchísima gente". Se mostró muy contenta "de que haya vuelto a su país, donde debe estar" y, como monárquica declarada que él, señaló que fue "un momento muy emocionante" marcado con la alegría de que el Cisne había ascendido.
En el campo también estaban los concejales del PSOE Iván Puentes y Yoya Blanco y la subdelegada del Gobierno en Pontevedra, Maica Larriba, pero ellos no fueron a saludarle. Estuvieron en el palco de autoridades, mientras que el emérito estuvo en una zona de las gradas inferiores acotada para él.
A su salida del pabellón, un grupo de personas espontáneamente le dio un aplauso de apoyo y él puso rumbo a Nanín.