Diana tenía 38 años cuando le diagnosticaron psoriasis cutánea, una enfermedad crónica que, solo en España, padecen más de un millón de personas. Ella, como tantos otros, aprendió a convivir con esta dolencia. Aunque tuvo ayuda. La escuela de psoriasis, creada por la sanidad pública en Pontevedra, se ha convertido en su particular ángel de la guarda.
Para esta pontevedresa, su diagnóstico "fue una sorpresa", explica para PontevedraViva con motivo del Día Mundial de la Psoriasis -que se celebra este viernes-, porque llevaba tiempo de médico en médico sin que nadie pusiera nombre a su dolencia. "Yo no tenía nada ni en los codos ni en las rodillas", rememora.
"Siempre me habían dicho que era algún tipo de dermatitis", recuerda Diana, que lleva quince años lidiando con brotes periódicos de psoriasis en sus brazos, en sus piernas o en su cara. Algunos "duran mucho tiempo", pero asegura que "lo normal es que pasen meses entre ellos".
Aceptar su condición no fue fácil. No tanto por la enfermedad en sí sino porque "notas cierto rechazo" social o incluso familiar. "Cuando empecé con esto en las entrevistas de trabajo siempre me preguntaban si se curaba o si era contagioso", revela esta paciente.
Incluso en una visita al médico "una enfermera me pidió si me podía tapar los brazos".
Pero todo esto cambió cuando alguien le habló de una escuela de psoriasis que se había creado en Pontevedra. "Me enteré el año pasado y no dudé en apuntarme", relata Diana. Además de resolver dudas sobre sus tratamientos "me ayudó mucho el apoyo psicológico".
En estas sesiones, que se celebran trimestralmente bajo la supervisión del servicio de Dermatología del Complejo Hospitalario de Pontevedra, "me dieron técnicas para controlar el estrés", una circunstancia que agrava los brotes de psoriasis que tiene regularmente.
"Es lo que más me ayudó porque la parte sanitaria se la puedes preguntar a tu doctora", reitera. Eso, y sentirse arropada por personas que padecen la misma dolencia crónica que ella. "Todas las dudas que planteamos te ayudan a mejorar", defiende esta mujer.
Al principio, reconoce, acudía "algo insegura", pero la experiencia colectiva de esta escuela ha mejorado tanto su día a día que "ya no me da vergüenza ir" porque, añade convencida, "ves gente con casos más graves que el tuyo y entiendes que no te puedes quejar de nada".
La dermatóloga Teresa Abalde, una de las tres responsables de esta pionera escuela de psoriasis, explica que en su origen esta iniciativa había sido planteada para la dermatitis atópica, pero optaron por cambiarlo "porque la prevalencia de la psoriasis es muy alta".
Durante la pandemia hubo un "pequeño empeoramiento general" en los pacientes con psoriasis al perder consultas programadas o interrumpir tratamientos
Esta experiencia, señala la doctora, "está yendo muy bien" aunque reconoce que "tuvimos que pararla por la pandemia", una época en la que, advierte, hubo un "pequeño empeoramiento general" en los pacientes al perderse consultas programadas o interrumpir tratamientos.
Cuando alguno de ellos acude por primera vez a las consultas de Dermatología de Pontevedra, "solemos darle información sobre la escuela porque les ayuda mucho", asegura Abalde, al ser una iniciativa "muy participativa" en la que "son ellos los que deciden de qué se habla".
"El paciente siempre se va a sentir acompañado porque allí encuentra a personas con las que puede charlar, compartir sus dudas y eso también hace que sea una terapia de grupo muy satisfactoria ya que las discusiones son muy abiertas", subraya esta dermatóloga.
Además de resolver las dudas de los pacientes sobre esta enfermedad, en la escuela se imparten charlas sobre dolencias asociadas como la artritis psoriásica y, sobre todo, se ofrece apoyo psicológico porque la psoriasis "afecta mucho a la autoestima del paciente".
En la sociedad actual, según la doctora Abalde, "la imagen es fundamental y puede alterar mucho el desarrollo de los pacientes" ya que, de forma regular, sufren brotes "que no pueden controlar" y que les provocan una "carga psicológica importante".
Estas herramientas que las personas con psoriasis reciben en esta escuela no sustituyen, evidentemente, al preceptivo control médico de su condición o al seguimiento de unos tratamientos en los que, en los últimos diez años, "ha habido un salto espectacular".
Los pacientes, asegura Teresa Abalde, tienen ahora una mejor calidad de vida y un mejor control de la enfermedad. Aunque los nuevos medicamentos "no son nunca el primer eslabón" de sus tratamientos, en los casos más graves, concluye, "las opciones son cada vez mayores".