La ambición (cumplida) de Pontevedra: diez años sin muertos por accidentes de tráfico en la ciudad
Jesús tenía 81 años. Fue atropellado por una furgoneta de reparto. Estaba cruzando un paso de peatones en el puente de los Tirantes. De eso hace ya diez años. Fue el 18 de febrero de 2011. Es la última víctima mortal en accidente de tráfico que ha llorado Pontevedra.
"Lémbroo con moita tristeza", relata a PontevedraViva el director xeral de Emerxencias de la ciudad de Pontevedra, Daniel Macenlle, por aquel entonces máximo responsable de la Policía Local. "Un morto en accidente sempre é algo terrible", añade.
Pero en este caso fue incluso más paradójico. Fue el mismo día en que Pontevedra recibía en Córdoba uno de sus primeros premios a su transformación urbana, galardonada en un encuentro de ciudades por la seguridad vial organizado por la Dirección General de Tráfico.
Que esto suceda "o mesmo día que recoñecen os esforzos que fixeches en seguridade viaria foi algo moi triste", asegura el responsable municipal de Emerxencias. Afortunadamente fue un hecho aislado que no se ha repetido desde entonces.
En 1997, antes de los cambios que han hecho de Pontevedra un referente en diseño urbano y movilidad, nueve personas fallecieron en siniestros de tráfico. 2007 fue el primer año sin muertos. Y desde entonces solo en dos -2009 y 2011- las calles de la ciudad se tiñeron de luto.
El camino hacia esa "siniestralidad cero" también está muy avanzado en los accidentes que registran heridos graves. Frente a los 140 que, como media, había hace veinte años, durante 2020 tan solo hubo cuatro. "La tendencia es clara", defiende Macenlle.
"É un orgullo e unha satisfacción demostrar que os accidentes se poden reducir", destaca el alcalde de Pontevedra, Miguel Anxo Fernández Lores, que señala que Pontevedra lleva dos décadas impulsando un modelo urbano basado en la recuperación del espacio público.
En 1999, apunta Fernández Lores, Pontevedra "era un almacén de coches". El 70% de la ciudad era de los vehículos a motor. "O que fixemos foi cambiar esa tendencia e aumentar o espazo para as persoas", señala el regidor, apostando por una ciudad "amable, accesible e segura".
El primer paso fue la peatonalización de todo su centro histórico. Luego llegó la humanización de gran parte del casco urbano, la instalación de elementos reductores de velocidad en la calzada o el diseño de una red de estacionamientos disuasorios en el extrarradio.
Pero, sin duda, la medida que más cambió a la ciudad fue la limitación de la velocidad de circulación a 30 kilómetros por hora. Fue la primera urbe española en hacerlo. Este límite, hoy en día, se ha reducido a diez en las calles en las que conviven peatones y vehículos.
"Creouse un escenario físico no que é imposible correr co coche", apunta Daniel Macenlle, que recuerda que la velocidad "é o que mata nos accidentes". Rotondas, bolardos, pasos elevados o la orientación de los aparcamientos, entre otros elementos, "non se usan para coordinar o tráfico senón para acougalo".
De esta manera, "é a cidade a que impide que a xente morra nas súas rúas" y su diseño señaliza cómo se debe conducir, algo en lo que coincide el alcalde, que afirma que "cando un condutor entra nun espazo público ocupado por persoas circula con maior prudencia".
Los peatones abrazaron este modelo desde el primer momento. Los conductores, reconoce el munícipe, "foron máis reticentes e tardaron máis en adaptarse" porque todos cuando subimos a un coche "temos a tendencia de correr".
Eso se invierte, según el alcalde, "cando na rúa quen está son os teus fillos ou os teus netos". Que éstos estén jugando en el espacio público "axuda a que haxa unha maior seguridade viaria", reitera Fernández Lores. Y eso ocurre ya en todos los barrios de Pontevedra.
Fue una transformación "sen precedentes", resume el director general de Emerxencias, con cambios "moi drásticos" que, según reconoce, "chirriaron e provocaron problemas para xestionalo". Pero superado ese "impacto inicial", los ciudadanos "non só comprendérono senón que senten orgullosos do resultado".
El alcalde de Pontevedra anima a sus homólogos a "ser valentes e tomar decisións" para que sus ciudades sigan esta senda porque "a percepción social é sempre positiva, quizá non inmediata pero a longo prazo si" porque los ciudadanos entienden que "é necesario para vivir".
"Cada vez somos máis os que vivimos nas cidades e temos que vivir nun ambiente san e que sexan un espazo de convivencia", incide Miguel Anxo Fernández Lores, que añade que esta calidad de vida incrementa la actividad económica "porque a cidade é máis atractiva".
Estas cifras de siniestralidad "son difíciles de manter", reconoce el alcalde, que está convencido de que "non hai que perder ese horizonte" porque las ventajas de un modelo como el de Pontevedra "son tan obvias para a calidade de vida que este esforzo vale a pena".