Clases en la capilla para escapar de la covid-19
Por Manu Otero & Mónica Patxot
Donde antes se predicaba la palabra de Dios, los alumnos de las Doroteas aprenden ahora lecciones de ciencias, matemáticas, tecnología o historia. Un lugar sagrado, que a buen seguro protegerá a los alumnos de la peste de la covid-19, funcionará este curso como improvisada aula para estudiantes de la ESO de este emblemático colegio pontevedrés.
La falta de espacios en los centros educativos para respetar el metro y medio de distancia entre alumnos que exige el protocolo anticovid de la Consellería de Educación ha llevado a las directivas de los colegios a implantar ingeniosas soluciones para mantener una actividad lectiva presencial y de calidad. "Tenemos problemas por falta de espacio principalmente en la Educación Secundaria porque no podíamos respetar la distancia de metro y medio entre alumnos", resume el director del colegio, Francisco Balado, la situación que obligó al equipo directivo a buscar espacios alternativos para impartir este año las clases.
Ante la imposibilidad de desdoblar turnos y de la contratación de personal de refuerzo, la única salida pasaba por habilitar salas más amplias en las que poder reunir a los alumnos de cada uno de los grupos. Fue entonces, un par de semanas antes del inicio del curso, cuando el protocolo anticovid de la Consellería de Educación hizo saltar por los aires toda la planificación del curso realizada durante el verano por el profesorado al elevar de uno a metro y medio la distancia social, el momento en el que la directiva de las Doroteas pensó en cambiar los usos de sus espacios más amplios.
La capilla, el gimnasio y el salón de actos funcionan ahora como aulas convencionales para tres grupos de la ESO. En un colegio religioso como el de la calle Alfonso XIII, el templo era empleado en fechas señaladas para celebrar algunas actividades relacionadas principalmente con la materia de religión. Su uso ahora se incrementó y su apariencia mudó. En las paredes ya no hai imágenes de santos, sino murales diseñados por los estudiantes. Y cada día, en lugar de ir a rezar, acuden más de una veintena de escolares a recibir clases de todas las materias. Lo mismo ocurre en el espacio anteriormente dedicado a la Educación Física o el pensado para actos institucionales del centro o la organización de eventos.
A pesar de la habilitación de estos nuevos lugares para la docencia, los problemas de espacio siguen afectando al centro, que tuvo que recurrir a las mamparas en una aula al resultar imposible el cumplimiento del metro y medio de distancia. En el patio de recreo también faltan metros cuadrados, por ello, después de obtener el permiso del Concello, el centro podrá utilizar la calle Alfonso XIII, que quedará cerrada al tráfico, para el tiempo de descanso del alumnado.
Con la distancia de seguridad garantizada, surgen otros problemas. "La expresión oral queda un poco limitada", admite el director del centro y profesor de galego señalando a las mascarillas y a la amplitud de la sala como factores que obligan a los alumnos a proyectar más su voz para hacerse oir a la hora de realizar lecturas en voz alta.
A pesar de todos los obstáculos de esta nueva normalidad, el curso escolar logró ponerse en marcha en las Doroteas y en todos los centros de la ciudad. Toca acostumbrarse a las nuevas medidas de seguridad, pero el profesorado seguirá poniendo todo de su parte para garantizar el bienestar y una educación de calidad para su alumnado.
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