Las normas sanitarias y la falta de control en las plazas lastran la reapertura del ocio nocturno
Por Manu Otero
El mes de julio llegó a Pontevedra, además de con una ola de calor, con la reapertura de los locales de ocio nocturno de la zona vieja de la ciudad. Cerrados desde el mes de marzo y después de adaptar los locales y las rutinas a la nueva normalidad, el reestreno no pudo ser más decepcionante.
"La gente está bebiendo en la calle y las terrazas están abarrotadas con grupos muy numerosos. Hay un descontrol en la vía pública y los locales vacíos. Estamos abocados a desaparecer", afirma con crudeza Julio Barral, uno de los principales empresarios del sector en la ciudad.
"Me gasté un dineral en adaptar los locales", sostiene el propietario de Patrimonio, Fetiche y Aranda antes de enumerar todas las medidas de seguridad que tienen sus locales.
Alfombras desinfectantes, control de temperatura en las puertas, gel hidroalcohólico, registro de nombres, apellido y número de teléfono para rastrear cualquier brote, acceso a aseos, pista de baile, reservado y terraza delimitados, suelo con señales y más personal para asegurar que todos los clientes cumplen las normas. "Ha sido un fracaso rotundo, que no culpen al ocio nocturno porque estamos cumpliendo las normas, el foco de contagio es otro", estalla Barral.
Es consciente el propietario que el modelo de negocio de sus locales perdió atractivo con la implantación de las nuevas normas de distanciamiento social y reducción de aforos, pero exige un mayor control por parte de la Policía Local en las calles porque "si hay 100 o 200 personas en una plaza, bebiendo en la calle, estamos abocados a la muerte". insiste Barral, quien tampoco está conforme con la limitada cabida impuesta a sus locales. "El aforo que nos marcan es para no subistir", protesta.
Estas limitaciones obligaron a todos los locales de ocio nocturno que abrieron sus puertas este fin de semana, muchos se mantienen todavía cerrados ante la previsible inviabilidad de su actividad, a cobrar entrada en la puerta. "Nosotros cobramos 7 euros de entrada con una consumición, solo subimos un euro el precio de una copa -compara Barral los precios con la época anterior a la Covid-19-, pero no podemos competir con una terraza en la que se cobra 2,50 euros por una cerveza y en la que también hay música", lamenta el empresario.
Es sabedor Barral de que no existe una solución sencilla a los problemas que acarrea la nueva normalidad para su sector, por ello pide a las autoridades un mayor control sobre los horarios y cumplimiento de aforos del sector de la restauración. "Si una terraza tiene que cerrar a las dos de la mañana, que cierre y la gente que esté sentada", demanda el empresario que se siente víctima de una competencia desleal.
Otro de los quebraderos de cabeza con los que tienen que lidiar en este sector es el cumplimiento de las normas en el interior de sus locales. Aunque reconoce que el uso de la mascarilla es a lo que más le cuesta acostumbrarse a los clientes, agradece la comprensión de los mismos cuando los empleados les recuerdan que deben permanecer en el interior del local con ella puesta.
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