La Pontevedra desierta por el coronavirus
Por mucho que la inmensa mayoría de pontevedreses hayamos interiorizado las medidas de confinamiento decretadas por el Gobierno por la emergencia sanitaria del coronavirus, no dejan de sorprendernos las imágenes que esta cuarentena deja a diario en Pontevedra.
La Boa Vila, la ciudad de las personas, tiene sus calles y plazas desiertas a todas horas. Y sus comercios, todos cerrados.
El bullicio de los ciudadanos que ocupan normalmente los espacios públicos ha dado paso al silencio, solo interrumpido por los pasos de los que salen de casa a trabajar o a comprar productos de primera necesidad o por el rugido de los motores de los coches de emergencias.
Plazas como A Ferrería, siempre llenas de niños y niñas con sus familias, han sido ahora colonizadas de manera exclusiva por las palomas que, a buen seguro, se preguntan dónde están los cientos de ciudadanos que las alimentan a diario.
Lugares de tránsito, reunión o compras como Michelena, Peregrina, Benito Corbal o el centro histórico tampoco escapan de este vacío obligado por las circunstancias.
Pero una cosa está clara. Volveremos. Claro que volveremos a reclamar nuestro espacio en la ciudad. Cuando todo esto acabe, Pontevedra recuperará la vida en sus calles y, con las medidas de precaución que se establezcan, poco a poco iremos retomando la normalidad.
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