Una de las víctimas del médico condenado por abusar de pacientes: "Denuncié porque no quiero que le pase a nadie más"
Por Natalia Puga
“Me atreví a denunciar porque no quiero que le pase a nadie más”. Así resume una pontevedresa de 49 años que prefiere que su identidad no se revele el ánimo que la movió a sacar a la luz uno de los momentos más duros que ha pasado en su vida: fue víctima de un episodio de abuso sexual por parte de un médico del Servicio de Rehabilitación del Complejo Hospitalario Universitario de Pontevedra.
Este martes, acudió a la Audiencia Provincial de Pontevedra para declarar como testigo y, a la vez, víctima en el juicio contra este profesional sanitario, que finalmente llegó a un acuerdo de conformidad con la Fiscalía y de los 13 años de prisión a los que se enfrentaba inicialmente acabó condenado a dos años de prisión y el pago de una multa de 10.800 euros.
El médico no volverá a ejercer porque ya tiene 63 años y la condena incluye 2 años de inhabilitación para el ejercicio de la profesión de médico, pero a esta víctima le queda dentro una rabia muy grande solo de pensar que los hechos por los que acaba de ser condenado ocurrieron entre los años 2014 y 2015 y, desde entonces, durante más de cinco años, este hombre siguió ejerciendo. Se siente "impotente" solo de pensar que, desde su caso, han pasado ya casi seis años, y no puede sacarse de la cabeza un pensamiento: "¡Cuántas chicas en estos años habrán pasado por esa consulta sin una enfermera delante!".
Desde entonces, tampoco ha podido sacarse de la cabeza una imagen: la de sus manos. En todos estos años ha empezado a fijarse de forma especial en las manos de los hombres, con miedo, y este martes, cuando llegó a la Audiencia y se puso en la cola para identificarse ante la agente judicial, se dio cuenta de que lo tenía delante tan solo con ver las suyas. Estaba tras él y no le vio la cara, pero en cuanto le vio las manos, lo supo.
Pasado tanto tiempo, ni siquiera se acordaba muy bien de su cara y señala que se alegra de haberlo visto porque está tan cambiado que no lo habría reconocido por la calle. Cuando le vio las manos, "me puse nerviosísima" y le sorprendió la "frialdad" con la que reaccionó él, pese a que "no se atrevía a mirarme a los ojos".
Para entender esa rabia es necesario saber qué le ocurrió a ella. No contaremos demasiados detalles para no hacerla rememorar lo ocurrido. Ella acudió a su consulta del Hospital Provincial -también atendía en Montecelo, donde ocurrieron los otros dos casos juzgados- derivada desde el servicio de dermatología por presentar sensación de cansancio en las piernas como consecuencia de un tratamiento que seguía. Una vez allí, le pidió que se desnudase y, pese a que su cansancio estaba en las piernas, le realizó tocamientos en la zona vaginal.
"Es complicado explicar lo que sentí. Te pasa tan rápido y a la vez tan lento...", rememora esta pontevedresa de 49 años, "esa manera de tocar no era normal, nunca en la vida me tocó así ni un ginecólogo y él tenía que verme las piernas". Sorprendida, y asustada, le preguntó qué hacía y su sorpresa fue a mayores cuándo le respondió "que el médico era él y sabía lo que tenía que hacer".
Por supuesto, la explicación no le convenció, "eso no era una palpación de un médico" y se rebeló. Le dijo que parase, se levantó y solo pensaba en una cosa: "me quería ir de allí como fuese, aunque fuese desnuda". Saltó de la camilla y se dio cuenta de que, además, no había utilizado guantes y de que, a pesar de que tenía allí al lado jabón para lavarse las manos, no lo hizo tras la exploración.
A pesar de que tan solo pensaba en irse de allí, cuando él le pidió que se sentase, lo hizo. Pasados más de cinco años desde aquel 18 de septiembre de 2014, no sabe por qué lo hizo. "Estás, pero no estás, te sientas mal, te sientes sucia, te sientas super incómoda", recuerda. Y aún así, se sentó. Tras darla explicaciones médicas sobre su dolencia, le dijo que se fuese, pero aún añadió una coletilla: "vete, que sé dónde trabajas y paso a verte".
Una vez fuera tampoco supo qué hacer y aún tardo unos días en contarlo. Fue cuando se acercaba el momento de volver a la consulta y, tan solo de pensar en volver a verle, se sintió muy mal. Se lo contó a otra sanitaria del complejo hospitalario, le hicieron una exploración que "era muy diferente" a la que le había hecho él y pusieron el caso en atención al paciente, donde pidió un cambio de especialista. A partir de allí, el Servizo Galego de Saúde abrió una investigación interna y llevó el caso a la Fiscalía.
A juicio llegaron tres casos, el de esta pontevedresa y dos más. Este martes las tres coincidieron por primera vez y descubrieron que tenían un perfil muy parecido y casi la misma edad, 48 y 49 años. También fueron conscientes de que "había muchas quejas más" y que "todo el mundo en el Provincial sabe lo que hace este hombre".
De hecho, se encontraron con que hasta la Audiencia Provincial se acercaron una veintena de trabajadores del complejo hospitalario de Pontevedra dispuestos a declarar a su favor y, cuando se cruzaron varios testigos, se produjo una situación desagradable en la que "nos miraban como desafiantes".
Ahora que él ha reconocido los hechos y, como parte de la condena, no podrá acercarse a ella ni a las otras víctimas, se queda más tranquila, pero su vida ya no volverá a ser la de antes. "Una cosa así te deja tocada, aunque han pasado años, te sigues acordando del momento y de todo".