Cuando tu trabajo empieza al acabar la vida de los demás: "Somos los últimos y ahí no podemos fallar"
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
El trabajo de Noelia Lago Rey empieza cuando se acaba la vida de los demás, un momento en el que su labor resulta trascendental, precisamente, porque es el último. Noelia se dedica a la tanatopraxia, una profesión que abarca todas las acciones necesarias para acondicionar un cadáver antes de su entierro o incineración, pero que va más allá de las técnicas que se utilicen sobre el propio cuerpo y engloba una función más amplia de tramitar la documentación necesaria para esa despedida y de intentar que esos últimos momentos antes de acabar bajo tierra o reducido a cenizas sean lo más llevadero posible para quienes siguen respirando, sus familiares, amigos, allegados y todas aquellas personas que sufren por ese último adiós.
En esta semana en la que se celebra el Día de los Santos o Difuntos y muchas miradas apuntan hacia los cementerios, en PontevedraViva hemos querido poner el foco en ese otro lugar al que a nadie le gustaría tener que ir nunca y que para Noelia Lago y sus compañeros es un puesto de trabajo, los tanatorios. Ella trabaja desde hace cinco años en el de San Mauro de Pontevedra para la funeraria San Marcos y lo hace cada día con una sonrisa en la boca, consciente de que quiénes la vean estarán pasando un momento delicado en el que una cara amable y un gesto cariñoso puede hacer un poco menos duro el trance.
Su vocación juvenil no estaba enfocada a este trabajo, pero la vida le fue llevando hasta encontrar el que cree que es ya su hueco. Su intención de ser cardióloga se frustró y acabó en una especialidad muy diferente, las Finanzas, pero la vida le tenía reservado un revés que lo cambiaría todo. Su padre falleció siendo él (y ella) muy jóvenes y, justo en ese momento de dolor y de ver la vida patas arriba, vio claro que ella a lo que quería dedicarse es a hacer más sencillo el momento en que otras personas pasasen por un momento como aquel. Se preparó para ello haciendo el curso específico y, una vez titulada, en San Marcos le dieron la "primera oportunidad" de ponerlo en práctica, adquirir experiencia y descubrir que es una profesión que "cada día me gusta más" y en la que ya piensa en realizar la formación superior.
"Somos los últimos y ahí no podemos fallar". Es su filosofía laboral y cada día se exige lo máximo para cumplirla, consciente de que no es sencillo y de que, además, trabaja en un entorno en el que hay muchas más posibilidades que en otros trabajos de encontrarse al otro lado a un 'cliente' enfadado, los allegados al fallecido con los que le toca tratar. "La gente llega nerviosa y te va a hablar mal, pero tampoco lo puedes tener en cuenta", explica basándose en una experiencia laboral en la que ya se ha encontrado muchas situaciones "complicadas" y aguantar malas caras y actitudes hostiles de personas que no suelen estar "medianamente serenas".
Para sortearlas, tira de sonrisa y de la empatía que le ha dado haberse visto tan joven en la tesitura de tener que enterrar a un padre. "Cuando pasas por una situación así te ayuda mucho porque te pones en la situación del familiar para entenderlo", indica. Cuando tiene a un allegado delante piensa para si misma "sé que estás enfadado, porque te pasó esto, no contabas con ello y lo vas a pagar conmigo, pero no te preocupes, porque yo voy a poner mi hombro para que lo pagues conmigo". Ahí está la parte de psicología de su trabajo y tener asimilado que "si sale bien, genial, pero si hay algo que falla por cualquier circunstancia, somos nosotros".
El día a día de su profesional se asocia de forma habitual simplemente con una finalidad estética de 'maquillador' o 'preparador' los cuerpos, pero, en realidad, es una cuestión más global de "intentar que los familiares la última imagen que lleven sea lo más parecido a cómo era el fallecido en sí", que la familia no se lleva una sorpresa demasiado grande al verle.
Muchas veces, el trabajo es "complicado", pues algunos cuerpos llegan al tanatorio en condiciones que dificulta su preparación. Ocurre en muchas ocasiones cuando se trata de fallecimientos por accidentes de tráfico, pues pueden quedar tan irreconocibles que el profesional se ve en la tesitura, muchas veces, de recomendar al familiar que no puede ver el cuerpo porque es imposible de reconstruir.
El momento suele ser difícil de gestionar, pues "¿cómo le explicas tú a una esposa, a un hijo, a una madre que no puede ver a su familiar?". Hay personas que, de todos modos, "insisten mucho". En una ocasión aconsejó a una esposa joven que no viese a su marido recién fallecido, pues "aparte de ser profesionales, somos humanos" y creían que el impacto sería muy grande, pero finalmente medió un psicólogo y les recomendó que sí le dejasen verlo.
Esa insistencia también le llevó al momento más complicado que recuerda de su carrera, el de tener que dejar a unos padres ver a su bebé de apenas seis meses. Lo cogió en sus manos y esa imagen "la tengo marcada" tan a fuego lento en su retina como la preparación de una niña de siete años a la que tuvo en su mesa de trabajo en una ocasión. Lo revive "como si fuese ahora", pero incluye esos recuerdos en una lista de apenas "dos o tres veces que me afectó más en el día", pues, por lo general, ha conseguido que "yo salgo por la puerta y me olvido del trabajo".
Noelia no es, ni mucho menos, fría, sino una persona sensible, empática, y muy respetuosa con los demás, pero ha conseguido separar su vida laboral y personal. "Me hice una fuerza interior: no puedes llevar el trabajo a casa porque si no no eres capaz de hacer el trabajo", explica. Lo hizo porque considera que es necesario "ser de piedra" para que, a la hora de atender a la familia, ser la parte fuerte. "Si te encuentras una familia que viene destrozada y te encuentra a ti que te vienes abajo también, se viene más abajo".
La preparación del cadáver exige el uso de materiales como ceras, pinzas, aguja, hilo, algodón y maquillaje. Suele ocupar una media de 45 minutos -aunque a veces puede prolongarse hasta tres horas- y Noelia es partidaria de utilizar la menor cantidad de maquillaje posible, para que el cuerpo sea "lo más natural posible". Precisamente, para que se parezcan, hay cuerpos a los que, por petición de la familia, le pintan los labios o los ojos porque era una persona coqueta. Lo más llamativo que le solicitaron fue echarle colonia o meter en la caja mortuoria tierra.
Cada familia es diferente y, aunque prácticamente todas las familias optan ya por velar al fallecido en el tanatorio, hay todavía excepciones de velatorios en casa. Dentro de los que se realizan en las instalaciones de la funerario, cada vez más optan por tapar la caja y por cerrar la sala de noche para irse a descansar, si bien sigue habiendo familias que pasan la noche velando a su allegado y otras que se van a casa unas horas, pero piden al personal que deje la luz encendida.
"Cada fallecido es una historia diferente" y esa es una de las cuestiones que más le gustan a Noelia de su trabajo, que "cada día es un día diferente, no tienes todos los días una monotonía". Eso y el trato con la gente, le "enorgullece" poder ayudar a las familias en momentos tan complicados y una de las partes difíciles de su trabajo es, de hecho, explicar a la gente a qué se dedica, pues la réplica habitual que suele tener es "estás loca".
Ella misma, diez años atrás, "para nada" se habría imaginado que esta sería su profesión, sobre todo porque "no conocía a nadie que se dedicase a eso", pero ahora no lo cambiaría e incluso se plantea que, llegado el caso de un familiar o persona cercana fallecido, le gustaría ser a ella quién lo preparase, pues ahí no vería en su mesa a su ser querido, sino parte de su trabajo. A priori piensa que "¿quién mejor que yo, que le conozco?", si bien reconoce que "si me atrevo o no ya veremos, llegado el momento".
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