VÍDEO.- Los jóvenes pontevedreses que quieren desafiar la gravedad
Dos árboles y una cinta de nylon. Eso es todo lo que hace falta para practicar 'slackline', un deporte que llama la atención de los pontevedreses, pero que pocos conocen.
En un rincón del paseo del Gafos, por la Xunqueira o en las sendas del río Lérez es donde se suelen reunir los jóvenes valientes que practican este deporte más que incomprendido, desconocido. Entre ellos están Óscar Cortegoso, Alberto Quiroga e Inés Astor, un grupo de amigos que aprovechan las inusuales tardes de buen tiempo en la ciudad para practicar y subir niveles en la modalidad de 'trackline', más centrada en los saltos y los trucos de destreza.
Los viandantes que se topan con un grupo de 'slackliners' suelen pararse a observar el espectáculo gratuito repleto de arriesgadas acrobacias, con una mirada de respeto, pero sobre todo curiosidad. Muchos se animan a acercarse y preguntar, y algunos incluso prueban su equilibrio en la firme pero flexible cuerda, descubriendo que la tarea es menos fácil de lo que hacen aparentar los practicantes.
Así lo explica Astor, que ha empezado sus andaduras hace escasos cuatro meses. Su cuerda por el momento tiende a una distancia prudente del suelo, y con ayuda ya va dando los pasos necesarios para llegar a los casi dos metros de altura de sus compañeros.
El sentimiento de comunidad es una de las bases para iniciarse en el 'slackline'. Los jóvenes suelen tener su primera toma de contacto gracias a algún conocido con experiencia que se encarga de instruir a los más novatos. En las competiciones, como afirma Cortegoso, ganador de la categoría amateur del Street Stunts 2017, siempre se respira un buen ambiente de compañerismo, ya que por ahora el deporte tiene un cariz más bien minoritario en el país, y aún está evolucionando para convertirse en lo que es en sitios como Estados Unidos o Brasil.
Demandan un espacio cerrado en la ciudad con medidas de seguridad
Para ello, es necesario lograr más adeptos. En el caso de Pontevedra, el número suele variar, y crece en la temporada de verano. Astor señala que el problema principal es que al llegar a ciertos metros de altura, muchos tienen miedo de seguir practicándolo, y dejan de lado la cuerda.
Por ese motivo, los jóvenes demandan un espacio cerrado en la ciudad con medidas de seguridad, como colchonetas, para aquellos que prefieran practicarlo con menos peligro. Además, el clima pontevedrés no ayuda, y aunque haya ganas, el viento y la lluvia les imposibilita practicarlo al aire libre en buena parte del invierno.
A pesar de parecer contradictorio, los deportistas que se suben a la cuerda muestran, sobre todo, cautela. Los movimientos corporales deben ser calculados previamente y la concentración y agilidad mental juegan un papel importante, además de la forma física. Los que lo practican coinciden en que es una manera de afrontar miedos y poner a trabajar el cerebro. Por ello, los aficionados suelen mostrar perseverancia, y avanzan poco a poco sin correr riesgos innecesarios.
El grupo de jóvenes ve el futuro del deporte en Pontevedra con ilusión y con la esperanza de que cada vez se sumen más seguidores. Tienen en mente iniciar una asociación que permita poner en contacto a todos los que quieran en desafiar la gravedad.
Los interesados en unirse a la iniciativa pueden enviar un correo a Óscar Cortegoso mediante la dirección cortegosogalman97@gmail.com.