Para un pontevedrés de los de toda la vida lo primero que piensa al hablar de las Tres Gracias no es en el trío de mujeres rechonchas del cuadro del pintor barroco Rubens, sino en las largas colas que se forman cada año para rezar en la capilla al lado del Teatro Principal.
Coincidiendo con el Entroido, un año más llega la centenaria festividad del Jesús Nazareno que en la Boa Vila acudió a su puntual cita de cada primer viernes del mes de marzo, al igual que hacen los madrileños con la celebración del Cristo de Medinaceli.
Como manda la costumbre miles de personas rezan sus oraciones al unísono para alcanzar una de las tres gracias.
Este año los devotos han acompañado a la vela con el paraguas pues el tiempo ha sido inmisericorde y los chaparrones han convertido la espera en una estación de penitencia. La fe y las rosquillas hicieron que el trance fuese más llevadero.
Quienes han querido evitar las colas acudieron en peregrinación a la iglesia conventual de San Francisco donde también se venera la imagen.