"¿Cuándo duermes en la calle y hace frío? Yo pienso en Jamaica"
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
Recoge sus escasas pertenencias para acompañarnos a conocer a un amigo "que él sí que sabe lo que es dormir en la calle con este frío, lleva 20 años". Pide a sus perras 'Hierba' y 'Fichi' que se levanten de la sudadera que ha tendido en el suelo para que no se enfríen con las bajas temperaturas y se dispone a guardar la prensa en una mochila. Al levantarla se desperdigan por el suelo varias decenas de monedas, lo que ha "ganado" durante todo el día. "¿Pero son todo céntimos?", es la pregunta atónita. "Sí, hay días que sí", responde Jose. No lo hace resignado, en su cara permanece la sonrisa con la que acaba de contar la historia de todas las vicisitudes que ha pasado ya en sus tan sólo 20 años de vida.
Recoge los céntimos uno a uno con gesto de gratitud hasta que le interrumpe una joven. Trae un paquete envuelto en papel de aluminio, se lo pone en la mano y se va a toda prisa al descubrir que una cámara le retrata. "Es una lasaña" y la chica que acaba de dársela trabaja en un establecimiento cercano, "todas las noches nos da lo que sobra a alguno de los que estamos por aquí, en la calle". A él le ha solucionado la cena, pero, aún así, se despide diciendo que va al supermercado. Comprará algo de comer para su compañera, que le espera en el que es su hogar desde hace un mes y medio, una casa abandonada en Poio.
Jose se aleja por la calle Michelena. Ya es noche cerrada y tiene que llegar a su 'hogar'. Se va dando las gracias, es una palabra que repite a lo largo del día cada vez que alguien se acerca, a darle una moneda o a charlar con él. Lleva ya siete meses en Pontevedra, la mayor parte de ellos haciendo malabares en la calle Michelena y "ya conozco a mucha gente", algunos le dan alguna moneda, pero "yo prefiero que me den comida". Antes, deja tras él una revelación. Minutos antes relataba que los cinco primeros meses de su estancia en Pontevedra vivió y durmió en la calle a diario y en ese tiempo tuvo noches tan gélidas como las que la última semana está viviendo la ciudad.
- "¿Cuándo dormías en la calle, cómo aguantabas estas noches de frío?"
- "¿Qué haces cuando duermes en la calle y hace frío? No sé los demás. Yo pienso en Jamaica".
Tras él queda ese secreto contra las bajas temperaturas y la historia de un chico que lleva desde los 16 años buscándose la vida. Tiene una madre y dos hermanos, pero la progenitora "por supuesto, no me quiere en casa". Tampoco es que su hogar previo fuese muy acogedor. "Mi madre es de esas que alquila un piso, paga el primer mes y luego ya no. Yo no estoy de acuerdo con eso, yo no pago, vivo en una casa abandonada, pero por lo menos no le quito la casa a nadie porque ahora hay mucha gente que a lo mejor tiene que irse a vivir con los padres o con quien sea y alquilar su casa para pagar una hipoteca, con la crisis hay mucha gente así y si no le pagan, ¿qué hacen?".
Antes de irse de casa a los 16 años ya estuvo tutelado por la Administración pública, pero luego consiguió un trabajo. Durante dos años, hasta los 18, trabajó de soldador para una misma empresa y cuando se acabó el empleo descubrió "que sólo había cotizado por mí un mes". "Le dije: ¿esto es lo que pagaste?, ¿este puto mes? Menos mal que me pagó el sueldo todos los meses, pero me quedé sin paro, sin cobrar un duro", recuerda.
Desde entonces ha ido vagando. "Trabajé en vendimias, en carpintería, un poquito de albañilería, en la empresa de pinturas de un colega y después en el bar que monté con mi madre y que no funcionó y ahora aquí estoy", señala mientras acaricia a sus dos perras, una suya y otra de su compañera, y amigas inseparables en sus días en la calle. No las deja solas ni un minuto y eso le acarrea complicaciones como que "yo no puedo dormir en un albergue, no puedo meter a las perras". Tampoco puede ir a un comedor social y "prefiero comer un bocadillo de mortadela o quedarme sin nada, pero yo no las dejo solas, me hacen mucha compañía. Cuando hace frío también me dan calor y cuando duermo en un banco sé que si alguien se va a acercar a hacerme daño ellas me van a avisar".
No se pasa el día entero haciendo malabares. También busca trabajo, pero "no hay nada, hasta Jerez mandé currículum". A donde no se acerca es a las oficinas de Servicios Sociales. No confía en el sistema. Cuando vivía en Ourense con su ex novia intentó solicitar una ayuda Risga, "tenía todo en regla, pero el tío que estaba empadronado donde yo vivía se fue a Nueva York y tenía que desempadronarse. ¿Y yo qué hacía? ¿Iba a Estados Unidos para que me firmase un papel y volvía para que me pagasen 400 euros asquerosos? No, para eso estoy mejor en la calle, si como bien y sino es cosa mía".
Así ha pasado los últimos meses en Pontevedra. "Dormí en cajeros, sobre todo en los que estaban en el Hiperfroiz y el Froiz de la avenida de Vigo, estuve dos semanas en una casa, pero estaba fatal, era deprimente, y ahora estoy en esta casa. Tuve que limpiarla porque no es como cuando llegas a una casa de alquiler, tuve que limpiar toda la mierda de la gente que estuvo allí antes, desde botellas a cosas que no te imaginas, en plan que pensaba '¿cómo cojo yo esto', pero ahora ahí estoy, a base de velas, no hay estufas, pero con unas mantas y con un colchón que reciclas y muebles que tira la gente, pero que están bien". En noches como las de esta ola de frío se evita tener que pensar en Jamaica para conciliar el sueño.