Como en buena parte de España,el pinchazo de la burbuja inmobiliaria marcó un antes y un después en Lanzarote. La mayoría de los gallegos que vivían en la isla, cuya superficie es siete veces la del municipio de Pontevedra, se dedicaban a laconstrucción y la actividad en este sector quedó paralizada.
"Hace un par de años el barco se iba lleno dos veces por semana", relataSilvia Názara, pontevedresa de 35 años y residente en la isla desde finales de 2000. Hasta entonces, recuerda, era frecuente oír hablar la lengua de Rosalía en la calle e incluso se decía que en Playa Honda (municipio de San Bartolomé) era la "quinta provincia".
El barco fue el medio de transporte elegido por aquellos que empaquetaron en su coche varios años de vida en Canarias y regresaron a su tierra de origen. "Se notó en el tráfico [de la isla], en el supermercado, en los alquileres", asegura.
Lanzarote y Fuerteventura eran los destinos preferidos por los gallegos que probaron fortuna en Canarias. A la isla más occidental del archipiélago también se mudó Názara al terminar sus estudios universitarios de Turismo. Sobre todo para reunirse con su marido, entonces novio, Juan Antonio Castro, de 36 años y natural de Saídres (Silleda, Pontevedra), quien abandonó su tierra hace casi dos décadas, cansado de la precariedad laboral.
Ambos trabajan en la hostelería, ella comorecepcionista y él como segundo jefe de cocina. Son, a juicio de él, unos "privilegiados" por mantener sus empleos en empresas que califica de "grandes y serias". "Con el boom de la construcción mucha gente se volvió loca", considera, al explicar que fueron bastantes los que abandonaron su trabajo en la hostelería, con salarios que rondaban los 1.000 y 1.200 euros, por la construcción, donde se ganaba entre 3.000 y 4.000.
La fiebre del ladrillo
"Cobraban mucho dinero, pero en negro", indica, "más en B que en A". Y la consecuencia de percibir entre 1.200 y 1.300 euros en nómina fueron prestaciones por desempleo bajas, que obligaron a muchos a hacer las maletas. "La gente que dejó la cocina hoy es diez o doce años mayor, pero sin oficio ninguno, ahora no los puedes poner de pinches", sostiene.
La situación es menos compleja para los que no cedieron a los cantos de sirena de la construcción. "Nosotros no hemos notado nada", afirma en referencia a la plantilla de la cocina de su hotel, integrada por 40 personas, casi las mismas que hace una década, cuando se inauguraron las instalaciones.
"En turismo sí se nota la crisis, pero por lo menos hay trabajo, si tienes contactos y te mueves", manifiesta su mujer, que asegura no conocer casos de gallegos que sigan apostando por Canarias como destino laboral. Y, pese a la coyuntura actual, más de 1,7 millones de turistas han visitado Lanzarote en lo que va de año (un 2,75% menos que hace un año), según datos del Cabildo insular (ente que realiza las funciones de una diputación).
"Había que rogar para que la gente viniese a trabajar"
La depresión económica ha impuesto cambios, principalmente en la demanda de trabajo, en una isla donde la tasa de paro alcanza el 31,7%. "Ahora tengo 40 currículos encima de la mesa y hace ocho años casi había que rogar para que la gente viniese a trabajar", compara en referencia a una época en la que los grandes hoteles de Playa Blanca, en el sur, fletaban autobuses para recoger trabajadores en Arrecife, la capital, situada a 35 kilómetros. Castro cree que en su día "se abusó mucho de las empresas". Hoy, esas condiciones son muy distintas.
En la opinión de su pareja,la crisis ha provocado una pérdida de poder adquisitivo "impresionante". El matrimonio tiene un piso en alquiler y a raíz del crack inmobiliario le es más difícil encontrar inquilinos. "Antes lo alquilabas al día siguiente de quedar libre", comenta.
La vivienda es un buen indicador del cambio producido en estos años. Su marido cuenta que, si bien encontró trabajo a los tres días de llegar a la isla,tardó "dos o tres meses" en tener donde vivir. "Y tenías que compartir", incide al señalar que el precio rondaba casi dos décadas atrás los 690 euros al mes, cuantía excesiva para el sueldo de un ayudante de cocina o de camarero, en torno a los 700.
"Ahora sobran casas por todos los lados", afirma. Es por ello que los alquileres se han abaratado. "Lo que hace diez años te costaba 700 euros ahora está a 400", subraya, hecho que ha repercutido, según sostiene, en la calidad de la oferta. "La crisis nos afecta a todos, hay que reestructurarlo todo y no lleva buen camino; las cosas pintan mal", mantiene respecto a la actual coyuntura.
Algo que por el momento sigue igual es la carestía de la cesta de la compra, la tercera más costosa de Canarias, después de La Gomera y El Hierro. En Lanzarote, cuya población casi alcanza los 195.000 habitantes, operan muy pocas cadenas de alimentación, hecho que determina los precios. Una lechuga, cuenta Castro, no baja de los 85 céntimos y un kilo de manzanas supera los 1,5 euros.
Sin morriña
Silvia Názara y Jose Antonio Castro no tienen intención de volver a Galicia, de la que extrañan únicamente a la familia y los buenos amigos. En ambos casos, el clima de la isla cuya temperatura media anual es de 21 grados es uno de los factores que más aprecian de Lanzarote. Aunque, sin duda, las condiciones laborales han sido decisivas. "Trabajas 8 horas y te vas para casa", expone ella, que ve más difícil que en Galicia se respete el horario. "Y cobro lo mismo que hace diez años", señala.
"Antes de venirme para aquí trabajaba 12 horas por unos 250 euros de camarero, gestionando un pub", cuenta él sobre su experiencia laboral en la comunidad gallega. "No sé si es porque Galicia me trató muy mal y Lanzarote tan bien que le he cogido mucho cariño a esto", insiste, al tiempo que recuerda que la enorme distancia entre ambos territorios se salva con menos de tres horas. "Tardas más en llegar de Asturias a Santiago", zanja.