Las mareas vivas de septiembre acompañadas por el fenómeno de la superluna han puesto a prueba el cauce del río Lérez.
La pleamar en la ría de Pontevedra situó al Lérez al límite del desborde.
El tablero del puente de los Tirantes quedó sumergido bajo el agua convirtiéndose en un muro que impedía la navegación río arriba.
En As Corbaceiras el contraste fue mayor, los barcos amarrados en el muelle pasaron de estar varados en seco tocando fondo durante la bajamar, a situarse a la misma altura que los vehículos con la subida de la marea.
Incluso fue necesario desalojar algunos vehículos que estaban estacionados en la rampa de bajada del viejo peirao, un espacio en el que la Autoridad Portuaria prohibe estacionar pero que frecuentemente se ve ocupado por algunos coches.
Por unas horas el Lérez olvidó sus problemas de calado. Los historiadores calculan que desde la época romana el lecho del río ha subido unos dos metros de altura.