Miércoles. Cuatro de la tarde. Paquete en mano, y puntualísima, María Teresa llega a la sede de Cáritas en Pontevedra. Llama al timbre, se identifica y en seguida le abren. En el exterior, empieza a formarse cola, pero, antes de que puedan entrar, ella todavía tiene tareas pendientes. Es voluntaria en la entidad y un miércoles de cada dos, junto con Pilar y María Eugenia, se encarga de las meriendas del centro. Sus compañeras ya se afanan en sus tareas y, juntas, en breve, lo tienen todo listo. Café, leche, ColaCao, infusiones, galletas, magdalenas y, como cada día que viene María Teresa, bizcocho casero. Todo listo para tres horas de "trabajo", compañía y solidaridad.
María Teresa, María Eugenia y Pilar son tan solo tres de las 50 personas que, en algún momento del mes, aportan su tiempo de forma altruista para hacer posible que el engranaje de Cáritas Interparroquial de Pontevedra funcione. Parece un número muy elevado, pero, en realidad, es muy bajo para todas las necesidades que tienen la entidad. Para subirlo, acaban de lanzar la campaña 'Hazte voluntario'.
"Necesitamos contar con voluntarios que nos ayuden a estar cerca de personas que viven la injusticia de la pobreza, la soledad, la falta de recursos". Es el S.O.S. de Juan Carlos Abeigón, director de la entidad, que pide nuevo voluntariado para el día a día y, sobre todo, con la mirada puesta en la apertura del Centro de Atención Social Continuada.
Cáritas precisa voluntarios todo el año y durante todo el día, pero esa especie de centro de día de nueva creación que tiene como fin último la plena integración social de las personas sin techo y recursos usuarias de la entidad no podrá ser posible sin más manos. Siempre van justos y, con un nuevo servicio, la necesidad de altruismo se intensifica.
Charlamos con cuatro de estas voluntarias para que nos expliquen su experiencia. En la puerta, nos recibe Noemí, la "voluntaria para todo", en palabras de María del Carmen Gallego, administradora de la entidad. Suele acudir las mañanas de los martes, pero está dispuesta a ir siempre que la llaman. "Si lo tengo libre, lo hago", afirma con total disposición a colaborar.
Empezó cuando se mudó a Pontevedra, su marido se jubiló y tuvo tiempo libre. Llegó "por hacer algo" y se ha quedado cuatro años "porque me encanta ayudar". Su función está en la puerta de acceso, recibiendo a los usuarios, y cada día atiende a un mínimo de 20 personas, todas con sus casuísticas e historias. Escuchándoles, asesorándoles y canalizando la ayuda hacia ellos, siente que "me hace mejor a mí que lo que yo hago".
En esa sensación coinciden todas. "Quería dar algo de lo mucho que he recibido", confiesa María Eugenia. Entrega "lo poquito de lo mucho que nos sobra" y, en cariño, recibe mucho más. Es la más veterana de este miércoles, con más de 15 años repartiendo su solidaridad entre Cáritas y Proyecto Hombre, desde que se jubiló como maestra, y tan solo lamenta que sus 84 años ya pesan y no puede tanto como antes.
Ya tras la pandemia, María Eugenia había pensado en dejarlo, pero "la necesidad me hizo volver". O, más bien, la falta de ayuda. "Hacen falta muchos voluntarios" y está esperando que llegue un relevo generacional que nunca se produce. Mientras, cada tarde, intenta hablar con todos los que llegan, escucharles y convertirse en su terapeuta improvisada. Y ellos de ella.
Pilar cumplirá en breve 78 años y es la más novata del grupo, tras tan solo unos meses de voluntaria, una decisión de la que está muy orgullosa, pues "esto da mucha alegría".
Las personas a la que atienden "son maravillosas, agradables, cariñosas" y eso hace que "esto no es un trabajo", sino una experiencia enriquecedora. Pilar hizo voluntaria "porque me sobraba un poco de tiempo" y ya no renuncia a serlo. Incluso va más allá: "Animaría a todos a que se animen a venir porque es muy gratificante. Me ayuda a ser mejor".
"Necesitamos contar con voluntarios que nos ayuden a estar cerca de personas que viven la injusticia de la pobreza, la soledad, la falta de recursos"
Y, de paso, a tomar perspectiva. María del Carmen Gallego apunta que nadie está libre de acabar un día necesitando ayuda. Un mal giro de la vida, una mala decisión, "un golpe que lo cambia todo" y puedes acabar en la misma situación, sin recursos. En la actualidad, incluso tienen familias que tienen trabajo, pero no les da para mantenerse y requieren de sus servicios de ropero despensa.
"Te aporta mucho más que lo que das", reconoce Noemí mientras, en la sala de estar, el ajetreo no para y sus tres compañeras se afanan en servir meriendas y compañía a la docena de usuarios que han ido llegando. Y los que quedan. Pues cada tarde acuden a estas instalaciones una media de 25.
Llegan buscando merienda, pero también un refugio especialmente demandado para resguardarse del frío y la lluvia del invierno en el que charlan con otras personas sin recursos y con las voluntarias, se entretienen con juegos de mesa y, sobre todo, logran un poco de normalidad en medio de un día a día que, en la práctica totalidad de los casos, no tiene cubiertas ni las necesidades básicas.
"Animaría a todos a que se animen a venir porque es muy gratificante. Me ayuda a ser mejor"
Esta tarde el menú tiene un extra. Del paquete con el que entraba María Teresa sale un bizcocho casero. "Siempre que viene, trae uno", destacan sus compañeras. Ella, orgullosa mientras los usuarios lo devoran, relata que, desde que comenzó con el voluntariado hace seis o siete años (hace tanto que ni recuerda la fecha) siempre comparte sus dotes de repostera porque "tienen derecho a comer cosas ricas y distintas a galletas o magdalenas".
El menú de cada merienda ya es muy completo, pero su bizcocho supone un plus que, además, va perfeccionando porque, a sus 82 años y con seis hijos y once nietos, tiene muchas oportunidades para practicar. Mientras reparte abrazos a usuarios que hace tiempo que no ve y se pone al día de las vida de todos ellos, confiesa que se hizo voluntaria "porque hay mucha gente que me necesita" y continúa por todo lo que le aporta.
"La pena es que no haya más voluntarios", lamenta María Teresa, que insiste en que hay muchas oportunidades de hacer algo para ayudar a los demás y "siempre es más agradable dar que recibir".
Para ser voluntario, además, no se precisa nada más que tiempo. "Una hora, el tiempo que tengas, es suficiente", insiste Gallego. La administradora recuerda que precisan voluntarios para todos los servicios y en todos los horarios, de mañana, tarde y noche, para el albergue, para las meriendas, para el ropero o la despensa, para hacer seguimiento a la casa de acogida o al piso de Cáritas, para acompañar.
Y hace un llamamiento específico a la gente joven que ahora, en verano, tras terminar sus estudios, tiene tiempo libre y pueden acercarse, echar una mano y, de paso, "ver la realidad" y ser conscientes de "la suerte que tienen por la familia en la que han nacido".