Se cumplirán el próximo mes de agosto nada menos que trescientos años desde que se finalizó la iglesia de San Bartolomé de Pontevedra. En realidad ese edificio religioso fue construido hace tres siglos por la Compañía de Jesús, institución que se había establecido en nuestra villa a mediados del siglo XVII, tras no pocas gestiones del Concejo local y de las aportaciones de Don Jorge de Andrade residente en Lima.
Como los jesuitas fueron expulsados de España en 1767, hubo que esperar a 1836 para que en esa iglesia barroca se instalase la parroquial de San Bartolomé, dado el estado de ruina que presentaba el edificio ubicado donde hoy en día se erigen el Teatro Principal y Liceo Casino. Lo cierto es que la arquitectura del templo de la calle de Sarmiento sigue sorprendiendo a propios y extraños. Se especula con que estamos ante la adaptación a Galicia de modelos barrocos jesuíticos provenientes de Italia. Ahí está esa monumental fachada con esas seis grandes columnas que le proporcionan ese aire de grandiosidad y verticalidad. Ahí están esos frontones partidos, esos escudos labrados de España o el juego simétrico de campanarios. Todo en piedra del país.
Buen ejemplo de lo que es la teatralidad y el dinamismo del barroco es que para desesperación de pintores y operadores de cámara, el encuadre de la fachada hay que hacerlo siempre en oblicuo debido a la estrechez de la calle. Aun por encima el interior, que poco le gustaba a Murguía, es todo un sorprendente museo de retablos y esculturas. Los contrafuertes laterales dicen que son consecuencia del célebre terremoto de Lisboa, que obligó a reforzar los cimientos del edificio.
En el verano de 1714 nuestro Concejo se esmeraba para festejar con todos los honores la puesta en servicio y consagración de este nuevo templo, que se bendeciría el día doce de agosto. Para ello no reparó en gastos para celebrar una gran procesión con la asistencia de todos los gremios, sesiones de fuegos de artificio y sobre todo, la organización de una corrida de toros, número principalísimo de aquellos festejos, que tendría lugar el día once: "y para mayor regocijo de dicha función se haga una fiesta de toros en la tarde de antes del día de la procesión y para ello se de orden a los cortadores de la villa para que tengan aprontados cuatro toros de buena calidad con la facultad de vender la carne de ellos"
No sabemos si este año, cuando los catalanes festejan el tricentenario de una derrota, nosotros celebraremos los trescientos años del templo de San Bartolomé. Podría valer la corrida de toros de la Peregrina, que se verificara el diez de agosto.