Pepy G. Clavijo
La ventana
Delicioso, por la mañana, ver pasar a los niños camino del colegio, con su pesada carga a la espalda o tirando de su carrito, la lechera (a la antigua usanza) que pasa con su pequeño remolque, lleno de cántaros para repartir leche entre sus clientes, porque aunque existen los tetrabricks, todavía hay personas que prefieren la leche recién ordeñada y es ella la que se la proporciona, muy de mañana.
Pasa una señora, envuelta en una capa, lleva guantes y gorro, es que hace frío.
Una moto a toda velocidad, hace cabriolas entre los coches hasta colocarse en primera fila.
Unos arbolillos enclenques se mecen con el viento, la limpiadora de turno con fregona y cepillo de mano deja reluciente la alfombra de goma que colocará a la entrada de la casa, el agua sucia la esparce en la calle.
Siguen pasando niños, camino de la escuela, algunos son tan pequeños que van en su sillita, otros saltan sin dejar la mano de sus madres, van contentos.
De repente la calle se queda desierta, es por poco tiempo, pasa otro coche y dos señoras con alegre conversación y pasos decididos caminan hacia la compra tirando de sus carritos.
Un hombre camina despacio, apoyado en su bastón, lleva un sobre grande bajo el brazo seguramente irá a arreglar algún papeleo.
¡Caramba! ¿qué veo? aquella señora que te encuentras todos los días, bien arreglada y que parece tan limpia, está sacudiendo la alfombra por su ventana, no seguramente no es ella, te fijas mejor y sí que es ¿para qué querrá la aspiradora?
La policía se lleva un coche por mal aparcado, no molesta nada, no interrumpe a nadie, pero está prohibido aparcar y se lo lleva, ¡multa!.
Pasa el cartero ¿me traerá noticias? posiblemente sí, alguna carta encontraré en el buzón cuando baje.
Viene un camión, se para, es el que se lleva los papeles del contenedor azul, lo eleva, abre su puerta inferior y deposita la carga en la caja, sin embargo, ha caído en el pavimento buena parte de los papeles, se pone en marcha y allí queda todo, ya vendrá alguien y lo limpiará.
El contenedor amarillo parece tomar vida, abre su boca, como diciendo ¿a mí por qué no me quitan la carga? los verdes se miran uno a otro como si quisieran corroborar lo que dice o piensa el amarillo.
El banco solitario sigue allí, nadie se sienta en él y es que está para interrumpir el tráfico más que para reposo del caminante.
Aunque está prohibido aparcar, los coches siguen en "fila india" ocupando espacio, ante la duda y la multa, yo me he hecho con un garaje (por si acaso). Hace unos días, había un socavón y le pusieron una plancha de hierro (o lo que sea) encima ¡menudo ruido tuvimos que aguantar! cada coche que pasaba, hacía notar su presencia, pero ahora ya se respira mejor.
Y es que, como decía al principio, una ventana da mucho juego para pasarlo distraída sin TV, aunque de vez en cuando es bueno también sumergirse en la lectura de un buen libro.