Bernardo Sartier
El ayuntamiento embarazado
El concello se ha quedado encinta y reclama su derecho a abortar. Lo reclama fija pero discontinuamente porque el viento voltea la pancarta. La reivindicación es razonable, pero el ayuntamiento, discreto, se niega a revelar el nombre del inseminador. Pilar Miró también se negó a revelar la identidad del padre de su hijo, convirtiendo esa reserva en uno de los grandes arcanos de la España progre y democrática. Cuando lo desvele en el Hola, Gonzalo se forra.
Del causante de la ingravidez del consistorio la gente hace cábalas por Benito Corbal, como si se tratase del anónimo detentador de un décimo de lotería premiado generosamente. Dicen unos que es Tino, otros que Lores y los menos que Louro. (Los últimos "ruxe-ruxe" descartan a Rai, muy liado con el cuadre de las partidas presupuestarias). Lo de Louro como minoritario no tiene explicación. Louro porta un aspecto viril y una voz varitonal que sugieren una capacidad fecundadora ilimitada. De hecho hay empresarios fúnebres embarazados por Louro. Incluso Santa Clara permanece en estado de buena esperanza por él.
Como el ayuntamiento ve que el parto se puede complicar, reclama su derecho al aborto libre y gratuito, y luce, estático pero en manifestación, el lema en su frontispicio. Mientras, las asociaciones pro vida dan cera al concello y urgen la retirada inmediata de la pancarta. Incluso han colapsado el mail municipal. Cuentan que los funcionarios dijeron "si no hay correo electrónico nos vamos".
Lores sofoca la revuelta prometiendo una paga de productividad (una extra de la extra) para que permanezcan en sus puestos. Pero los funcionarios no tragan: "no cuela, alcalde, que luego viene el abogado del Estado y"; inasequible al desaliento, Lores pide serenidad, "tranquis, tronquis, que esto lo arreglo yo con un posado en el juzgado y una declaración de las mías: volveriamolo a facer", y ante el "lo volveríamos a hacer", un plumilla despistado se ha apresurado a escribir que ya ha aparecido el responsable de la criatura y diciendo que el tal está dispuesto a hacerle otro hijo al Concello.
Muchos esperan del ayuntamiento una familia numerosa, con muchos churumbeles o, como decía mi amigo Polo Cota, mexicano de España y español de México (con el que tuve el honor de impactar contra un camión del "lixo" una madrugada de copas en los ochenta) "una bola de chamacos". Esa bola de chamacos, esa pluralidad filial se concretaría así: primer chamaco, "Saneamento do Gafos xa" (este será un hijo que se negará, obstinadamente, a crecer); otro chamaco, "Ampliación de Montecelo tamén xa" (en realidad este no es un hijo, sino un plan de procreación, un polvo soñado, un aborto talludo); y, por fin, el chamaco deseado: "Inmortalidad para todos. Con cargo a la seguridad social".