Manuel Pérez Lourido
Navidad, feliz Navidad
Existen cinco maneras de celebrar la navidad. "¿Desde cuándo?" pensarán los escépticos. Desde ahora mismo, es la respuesta. "Porque usted lo diga" replicarán, insistentes. Evidentemente, y ahí se zanjará la cuestión.
En primer lugar están quienes la consideran, antes que otra cosa, una festividad religiosa y, por tanto, le dan un enfoque espiritual aunque no prescindan de todos los usos y costumbres que una sociedad consumista como la nuestra ha dispuesto alrededor del supuesto aniversario del nacimiento de Jesucristo (porque probablemente no nació en invierno). Este enfoque está en desuso porque el número de practicantes de la fe cristiana ha menguado considerablemente en tiempos de galopante secularización. Con todo, una pátina de buenos sentimientos hacia el prójimo y buenos deseos en general hacia toda la humanidad, sí que ha quedado instalada en el ambiente navideño de las sociedades occidentales.
En el polo opuesto, la navidad es considerada como una patraña que solo sirve para insuflar un aliento extra a determinadas actividades económicas, desde el turismo a la alimentación; pasando por todo tipo de negocios que son protagonistas en cualquier tipo de celebraciones. Las personas que contemplan el tiempo navideño como un entramado donde el ocio y el negocio maridan a la perfección para cuadrar las cuentas a fin de año, no necesitan explicaciones de otro tipo para justificar la existencia de estas fiestas.
Tenemos también el grupo de los que aborrecen las navidades. Los ciudadanos que se sienten más cerca del Grinch que de Papá Noel, el Apalpador o los Reyes Magos. Estas fechas tienen la nefasta capacidad para llenarlos de melancolía y solo desean que se vayan por donde han venido y cuanto antes. Además de que dicen detestar esa supuesta obligación de sentirse felices en navidad, se les vienen a la cabeza todas las injusticias, todos los sinsabores de todas las personas del mundo que sufren injusticias y sinsabores y claro, así no hay quien se las apañe para ver la navidad con buenos ojos.
Por fin están los empanados. Aquellos a los que les da igual navidad que carnavales, entroido que pascua, carne que pescado. Pasan por las festividades del calendario como si no les hubieran avisado, como si viviesen en un mundo propion impermeable a los sucesos del cambiante decorado social. Nunca saben cuándo acaban este tipo de fiestas porque nunca han sabido tampoco cuando empiezan. Se limitan a pasar desapercibidos entre la parafernalia de costumbre y, bajo un gorrito rojo y con un matasuegras entre los dientes, la tasa de alcoholemia que presentan es la reglamentaria en los cotillones de su ámbito.
Sea lo que sea la navidad para cada uno de nosotros, hay que apuntarse sin duda al bonus extra de buenos deseos para con el prójimo (para uno mismo ya se suele desear siempre lo mejor) y mejor aún si van acompañados de un comportamiento acorde con esos pensamientos. ¡Feliz navidad!