Jacobo Mesías
No dejes que la verdad estropee un buen titular
Hace unos días, un periódico de tirada nacional (El Mundo) publicó una noticia absolutamente surrealista. El titular, todavía disponible en su página web, dicta lo siguiente: "Un hombre cambia de género y se libra de una denuncia por violencia machista."
Según reproduce este diario, la víctima "no tiene acceso a una orden de alejamiento porque, a ojos de la Justicia, el conflicto que asegura sufrir es el mismo que pueda darse, por ejemplo, entre hermanos mal avenidos así que está condenada a seguir atada a Agustín." También añade que "los Mossos d'Esquadra no pudieron cursar la denuncia al advertir que Agustín se había cambiado de género cinco meses antes". El titular proliferó por las redes en cuestión de minutos y, en solo algunas horas, ya se habían hecho eco otros medios nacionales como Telecinco o Antena 3.
Vaya por delante que no suelo perder el tiempo con titulares amarillistas, pero en este caso la aberración es de dimensiones colosales, por lo que creo conveniente hacer algunas reflexiones.
En primer lugar, cualquier persona (hombre o mujer) tiene acceso a protección cuando su integridad peligra. En este sentido, la "periodista" miente descaradamente cuando dice que se denegó la orden de alejamiento porque el presunto agresor se cambió de género. Lo cierto es que las medidas de alejamiento no dependen del género del agresor, ni tampoco del grado de parentesco.
En segundo lugar, tampoco es cierto que la policía no pudo cursar la denuncia porque el agresor se cambió de género. Esto particularmente es un disparate. Si una persona acude a comisaría a denunciar unos hechos presuntamente delictivos (agresión e insultos en este caso), por supuesto que la policía podrá tramitar el expediente oportuno (faltaría más…).
En tercer lugar, el artículo siembra la confusión sobre la posibilidad de cambiarse de género para evitar una condena, cuando lo cierto es que un delito se enjuicia en base a la condición del investigado en el momento de cometer los hechos, y no después. Además, según parece, el presunto agresor habría empezado su transición hace más de dos años, con lo cual, esa teoría maquiavélica fallaría de inicio.
A modo de colofón, la autora utiliza las últimas líneas para introducir algunas críticas hacia la "ley trans", como si guardase alguna relación con el supuesto de hecho (¡ni siquiera está en vigor!).
En definitiva, resulta apabullante que todo esto haya sucedido en un medio de esta dimensión, sin que a día de hoy haya sido rectificado, pero ya saben lo que dicen: "no dejes que la realidad estropee una buena noticia".