Kabalcanty
Los torniquetes
Aunque tengo llave prefiero llamar al timbre un par de veces. Me abre mi hermana con prisa, húmedos los rizos teñidos de rubio y una frase que deja tras su estela. "Papá está liado con la pintura en su cuarto. Estoy "atacá" porque se me está echando el tiempo encima" Y desaparece tras la puerta del aseo. Hace un par de meses encontró un trabajo cuidando al niño pequeño de unos dentistas. Se la ve más contenta, inmersa en una actividad que tenía olvidada tras años en el paro. También tiene una nueva relación sentimental tras un matrimonio calamitoso y un divorcio pendenciero. Ha vuelto a intimar con la vida y se nota.
Mi padre está inclinado sobre el lienzo, aprisionándolo con sus muñecas para apaciguar en algo el Parkinson y que el pincel tiemble lo menos posible. Está como siempre: junto a la ventana, pintando sobre la mesa camilla en su habitación-taller toda repleta de lienzos terminados y amontonados en hilera. La patas del caballete sobresalen por encima del armario rememorando otros tiempos sin temblores, veinte o treinta años más joven.
Carraspeo para contrariar a su sordera.
- Ah, eres tú..... - me dice, mirándome por encima de la gafas y deteniéndose pasajeramente en mi sombrero- Jesús. Para mí sigues siendo Jesús, qué leches. Ni k, ni hache, ni ele, Jesús como toda la puñetera vida.
Luego acaba sonriendo dentro de esa mueca en la que eleva los pómulos y estira los labios para corregir el vaivén de la dentadura postiza.
Le pregunto "¿qué tal?", aunque sé que él contestará "pssiffff" moviendo sucintamente la cabeza y sin ánimo alguno de continuar por esos derroteros.
Su pelo blanco, aunque cuantioso para sus ochenta y un años, ha perdido consistencia y deja traslucir su cráneo pequeño. Miro su extrema delgadez, enfundada en un chándal de paño moteado de óleo, como una evasión paulatina, sigilosa, que acabará desapareciéndole. Calladamente, así como siempre se caracterizó su vida, su cuerpo irá mermando hasta que su desaparición la busquemos cualquier día entre el desinflado chándal y las briznas de óleo.
- ¿Sabes qué? - me dice de súbito, colocando el trémulo pincel entre las falanges de los dedos índice y corazón- No sé si lo veré, pero lo mismo cualquier día es bueno para que coloquen a la salida de los portales de las casas torniquetes de esos del metro para cobrarte la entradas y salidas de casa. -se ríe, un tumulto congestionado que erupciona cavernoso en su pecho y concluye en un acceso de tos- Menos mal que estamos solos tú y yo, que si lo escucha alguno de los mangantes del gobierno lo copia. Ay, cuanta puta y yo tan viejo, chico.
Prende, entre coletazos de tos, un pitillo y me ofrece otro señalándome el paquete. "Es lo mejor para la tos", dice con toda convicción y examina desde un costado su trabajo en el lienzo.
La muerte de mi madre le dejó sin uno de los pocos alicientes que conformaban su vida. Le recuerdo bisbiseando viejas canciones los domingos mientras arreglaba cualquier desperfecto en casa. El resto trabajar, trabajar, trabajar. Trabajar sesenta horas a la semana, una semana y otra y otra y otra. Muchas semanas después, cuando tuvo que jubilarse anticipadamente un par de años por la enfermedad que aniquilaría a mi madre, descubrió que su patrón, al que había servido devoto más de cuarenta años, había cotizado por él lo mínimo en la Seguridad Social dejándole una pensión ínfima, ridícula. Aquel patrón no había sido otro que su padre, mi abuelo para más señas, y la confianza en este la deslealtad más excesiva.
- Papá, en el frigorífico te dejo la comida. Acuérdate de la pastilla, y tómatela antes de empezar a comer que luego te quejas de que te da ardor.
Mi hermana se apoya en el marco de la puerta encarando el perfil de mi padre recortado sobre la ventana.
- Me voy volada, Jesús. ¡Anda que menuda zorrera tenéis armada en la habitación! -me dice yéndose, tras levantar espasmódicamente una mano.
- Ten cuidado con el torniquete del portal.
Dice mi padre cuando ella ya no puede oírle. Ríe primero él, luego yo y terminamos tosiendo a dúo tratando de apagar las colillas en el cenicero.