Beatriz Suárez-Vence Castro
Boutades
A Pachi Martín-Bedate.
La boutade de Doña Letizia, no queriendo santiguarse en la catedral de Santiago durante la ofrenda al apóstol, me ha hecho recordar un post de Facebook que leí por primera vez en el muro de una amiga, sabia ella y abogada luchadora en esta Pontevedra nuestra: no necesitamos las mismas ideas, necesitamos el mismo respeto.
Iría un poco más allá, haciendo una pequeña aclaración que creo necesaria en estos tiempos en que todo parece confundirse: respeto no es lo mismo que sumisión.
Hay una creencia muy extendida que lleva a pensar que, por ejemplo, tratar de usted es rebajarse ante el así tratado, que llevar uniforme es vasallaje, ceder un asiento, humillación y permanecer en el puesto que te corresponde, rendir pleitesía.
Todo lo que suponga respetar determinadas normas sociales ya no es saber estar, es quedarse anticuado.
Es cierto que no todas las normas son iguales y que algunas se han quedado obsoletas y son en sí mismas irrespetuosas, especialmente con las mujeres, como el hecho de que, en Japón, la emperatriz deba caminar varios pasos por detrás del emperador.
En el caso de doña Letizia, nadie le ha pedido semejante disparate, pero por lo que se ve, no le han enseñado tampoco que no santiguarse en una iglesia viene siendo como negar un saludo. Es, además una señal de respeto por el lugar en que uno se encuentra y las personas presentes, sin más trascendencia que otros gestos de educación como dar los buenos días por las mañanas.
No significa que al santiguarse esté renegando de sus creencias. También se confesaba republicana, ahora es reina y no le ha parecido una incoherencia. Todos tenemos derecho a cambiar de opinión.
La boutade de Letizia es comparable al gesto de los alcaldes autodenominados progresistas que no van a las procesiones en Semana Santa. A ellos se les ha olvidado que alcaldean, perdónenme el palabro, para todo el pueblo, no solo para sus votantes.
A la reina actual, se le ha olvidado que reina para todos y debe mostrar el mismo respeto en todos los lugares que visita, ya sea en un templo católico o una pagoda china.
Un vecino cualquiera de Pontevedra, que no sea católico, puede no ir a misa un domingo y será coherente con lo que piensa. El alcalde debería ir a las procesiones igual que va a la Feria Franca porque, aunque no cuadre con sus creencias, no es un vecino cualquiera.
Las diferencias con todo hijo de vecino empiezan desde el momento en que tiene chófer y plaza de garaje, pagadas por esos mismos ciudadanos que sí van a las procesiones, que piensan lo contrario que él y que conducen su propio vehículo, pagan la gasolina, y tienen que abonar el párking. Ser alcalde es un trabajo y ser reina, también. Un trabajo que debería estar destinado a servir al pueblo y no al revés.
Lo de Letizia (voy a aparcar el doña un rato), es lo mismo. Está desempeñando un trabajo por el que cobra un sueldo y tiene que hacerlo lo mejor posible. Para el que le cae bien y para el que le cae mal, como todo empleo de cara al público, que en su caso viene de Palacio en lugar de un negocio u oficina.
Hace mucho tiempo que ni voy a misa ni ganas que tengo, pero si mañana fuese, me santiguaría, igual que me descalzo cuando voy a una clase de yoga, que hace mucho que no voy tampoco. Por respeto.
No se me ocurre pensar por hacerlo que la maestra de yoga es mi gurú, ni yo una acólita supeditada a su voluntad, pobre de mí, allí, humillada y retorcida en la esterilla, saludándola a ella y al sol. Porque sé dónde estoy, quien soy cuando entro y quien soy cuando salgo: la misma persona. Pero durante la clase soy una alumna. Y eso significa que, durante ese tiempo, me guste más o menos, tengo que seguir a la profesora.
Ha dicho Rosa Villacasín, en plan erudita a la violeta, que Letizia no tiene la obligación de santiguarse en una iglesia. Tampoco la tiene de llevar tacones o de ponerse un traje de chaqueta cuando le apetezca ir en chándal, pero tiene que hacerlo porque le va en el sueldo, que ése sí que es para santiguarse y con agua bendita.
Qué menos, creo yo, que hacer un esfuercito.