José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: Cuando el dinero habla...
Cada día intento formarme una opinión a partir del contraste del análisis de la realidad visualizando los diferentes puntos de vista de los medios de comunicación.
Una lectura de los titulares y artículos de las denominadas prensa conservadora y por otro lado la progresista, y acabas encontrándote con dos realidades tan lejanas y parciales que no dejo de preguntarme si sería necesario que en alguno de ellos, se debería dejar constancia con una nota al pie de cada página la advertencia: "Publicidad política pagada".
La espada de Damocles de los recortes y despidos tan habituales, la precariedad y debilidad económica, unido a la competencia explosiva de las redes sociales y los influencers, hace más vulnerable al periodismo, que se deja llevar por las presiones políticas y empresariales. Su fuente de financiación.
Un distribuidor de prensa escrita que conocí personalmente, me explicaba una de las formas prácticas en las que se concreta la dependencia de lo político. Cada mañana su empresa entregaba en dependencias públicas, asociaciones, organismos…, más de 10.000 ejemplares de periódico en toda la comunidad autónoma, que era la que a su vez abonaba la factura.
En los controles OJD (Oficina de justificación de la difusión) figura esa cantidad en el cómputo de ventas y audiencia diarias. Imagínense ustedes que la línea editorial es crítica con el partido político que gobierna. <<Cuando el dinero habla, las palabras callan>>
Los que peinamos canas recordamos programas como La Clave que conducía magistralmente Jose Luis Balbín y lo comparamos con las múltiples tertulias y debates de radio o televisivos dónde se fomenta la polarización, derecha/izquierda, se venera al que más grita, al que más interrumpe. No existe un término medio, el periodista parece (o quizá sea) ser el portavoz de un partido político más que un observador independiente de lo que está pasando.
Al no existir apenas un periodismo independiente y comprometido, nos encontramos ante una ciudadanía que se polariza, grita o se aleja del que piensa de forma diferente. Lo que podría ser una herramienta educativa que nos empoderara, y fomentara nuestro pensamiento crítico, se ha convertido en un sentimiento de pérdida de confianza absoluta en lo que leemos, vemos o escuchamos.