José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: ¡Me importa un pimiento!
Hay una serie de rituales que un buen comprador debe seguir cuando se acerca a un supermercado, y máxime en estos tiempos donde las tensiones geopolíticas han producido una escalada de precios, que hace más difícil al ciudadano llegar a fin de mes. Es cierto, los precios de la energía y de las materias primas unidos a la guerra de Ucrania han ayudado mucho, pero comprobamos cada día que, los supermercados e hipermercados al igual que cuando se produjo el llamado redondeo del euro se han aprovechado de una situación a todas luces envenenada.
Austeridad más planificación de la compra es un binomio imprescindible para evitar gastos exacerbados, y para ello utilizo dos técnicas que suelen ser útiles para mi bolsillo pero no para mi espalda: Lista de la compra hecha en casa, y una bolsa de las de asa larga que me acompaña en el recorrido del club de la lucha por cada céntimo.
Pero no olvidéis amigos que los super lo tienen todo muy pensado, y cuando entras tienen preparadas una serie de triquiñuelas que ríete tú de las flechas y el laberinto de Ikea. Nos conocen perfectamente, saben de nuestras debilidades y juegan con nosotros utilizando todo tipo de trampas. Para evitar esto yo sigo la técnica ancestral del juego de gato y el ratón, ellos intentan atraparme y yo intento escaparme dirigiéndome al objetivo lo antes posible.
Aun así utilizan trampas muy ingeniosas: los pasillos son estrechos para que no te des la vuelta y tengas que recorrerlo todo dando el máximo de vueltas posible; ¿Dónde están las ventanas y el reloj?, no quieren que te distraigas, ni vaya a ser que tengas prisa. Y, la temperatura, da igual que en la calle estemos bajo cero o superemos los 30 grados, ellos buscan tú “bienestar” en los 21 graditos.
Hoy sólo voy a comprar un pimiento (el refrito es una de mis pasiones ocultas), y acudo con mi mochila. Al entrar me dicen que no puedo pasar con ella al interior, a cambio me ofrecen dos alternativas el carro y la cesta, que no sé si os habéis dado cuenta, uno cada vez es más grande y la otra cada vez más profunda. El siguiente paso es buscar el producto, que muchas veces lo han cambiado de ubicación. La premisa que siguen es que si tardamos más en encontrarlo, caeremos en la tentación de coger otros que no tuviésemos en mente adquirir.
Siempre me ha sorprendido que la fruta y la verdura, ocupen estanterías y espacios proporcionalmente más grandes que cualquier otro artículo. Pero aquí no hay casualidades, los especialistas en marketing nos dicen que esto es así porque estos productos frescos transmiten al cliente la sensación de que está en un establecimiento saludable, en definitiva un lugar del que te puedes fiar.
Después de media hora consigo salir con un pimiento rojo pequeño cuyo precio es de 1,10 euros. Y, es en esos momentos cuando pienso que debo escribir a la Real Academia de la Lengua, para que dé otro sentido a la expresión: “me importa un pimiento”.
@novoa48