Manuel Pérez Lourido
La noche boca arriba
"La noche boca arriba" es un precioso cuento de Julio Cortázar que tiene que ver con los sueños. Y un buen título para un texto que tiene que ver con la hora de dormir. Ahora, entremos en faena.
De noche, mientras no te entra el sueño, tienes que impedir que te entre el pánico. El miedo a pasar la noche entera sin dormir es una especie de reloj de cuco que cada pocos te recuerda que aún estás despierto. Un horror. La estrategia para vencer en esta lucha es rendirte, más tarde nos explayaremos sobre ella. Estábamos en que es de noche, bien de noche, no se oye nada dentro de casa ni fuera de ella y más te vale que hayas desactivado el mecanismo de todos los relojes para no oír su tic-tac. Un reloj de pared, por ejemplo, que anuncie el transcurrir de la tortura no es sino eso, un instrumento de tortura. Por suerte o por desgracia, las gentes de hoy en día hemos renegado del reloj de pared porque nos va lo prosaico, lo práctico, la tecnología, el aburrimiento y ahorrarse dinero (sobre todo ahorrarse dinero); por ello rechazamos lo poético, lo elegante, lo sentimental y, sobre todo, lo que implica gastar más dinero. Ya es lo suficientemente elocuente el silencio cuando estás esperando que llegue el sueño, como para que el sonido de un reloj te escupa los minutos.
Otra cosa que hay que evitar a toda costa es aquello que coloquialmente denominamos "estrujarse la cabeza". Existe muchos más modismos con el mismo significado, pero escogemos este por lo estridente del verbo "estrujar", que casa muy bien con el intenso sentimiento de estar embarcado en una lucha hasta que llega la paz en forma de ronquidos. Pues se trata de impedir que nuestra mente participe de esa batalla, pese a ser ella quien la inicia. Es una paradoja como otra cualquiera, solo que noctámbula y desquiciante. Hay que distraer la mente de su propia inmersión en el acontecimiento de la bienvenida al sueño, cuya hora de llegada se desconoce y cuya ausencia se sufre. Y ahora es cuando volvemos a la teoría de la claudicación: no existe mejor modo de luchar contra la falta de sueño que dejarse vencer por ella. Decirse: vale, no me duermo, vamos a hacer algo productivo. Leer, escribir, ver una peli, dibujar sin saber dibujar, escuchar música, escuchar la radio o hacer tareas domésticas pendientes son maneras de entregarse a la posibilidad de que el día nos encuentre despiertos. En cuanto renunciemos a la pelea, en cuanto nos pongamos a hacer algo con nuestra vida, no tardará mucho en abrírsenos la boca y nos arrastraremos a la cama para celebrar la victoria. Y, si así no fuese, habremos dejado algo hecho y mantenido a raya la ansiedad, lo cual no es poco.