Marisa Lozano Fuego
Mi primer juguete
Mi primer juguete era tierno, esponjoso al tacto y bajito, tenía los ojos como lo de Platero en el libro "Platero y yo" de Juan Ramón Jiménez "solo los espejos de azabache de sus ojos son duros, cual dos escarabajos de cristal negro". Por lo demás era blandito al tacto, su piel era grisácea y peluda, y tenía un lazo rojo en torno al cuello que con los años se acabó cayendo.
Era el depositario de mis alegrías y penas de infante, luego lo fue de adolescente, el primero al que abrazaba por las mañas y el último por las noches, siempre ocupaba un sitio de honor encima de mi cama, acompañando con su presencia callada las noches y los días.
Mi primer juguete había sido un regalo de Navidad, le conocí debajo del árbol, y enseguida una inmensa dulzura me inundó y deseé tenerlo en brazos acunarlo como si fuera un cachorrito. Era mi cómplice callado, el depositario de mis confidencias, a veces también de mis iras, porque nunca replicaba, siempre me miraba con esa sapiencia infinita que tienen los seres no humanos cuando observan nuestra debilidades.
Me gustaba acunarlo entre mis brazos y jugar a que era un bebé, me gustaba vestirlo y peinar su pelusa gris que con el tiempo se fue apelmazando, me gustaba a veces hablarle y desahogar mis penas o zozobras mientras me escuchaba con sus dos orejas sobre la cabeza. Me gustaba dormir con él.
Con los años vinieron más juguetes, pero ninguno fue como él, ninguno ocupó en mi corazón se s lugar de honor que él se había ganado. Era fiel y devoto del silencio, no consumía comida y no pedía ropa, dormía en cualquier rincón y escuchaba sin interrumpir: era el compañero perfecto.
En una ocasión, debido a mi rinitis alérgica, a mi padre le dio por tirar un saco de juguetes peludos al contenedor de basura. Mi mejor amigo y yo emprendimos una misión de rescate, y pudimos salvar unos cuantos, entre ellos a él. Hubiera sido traumático dejarlo marchar, era un símbolo de mi infancia y le tengo un apego inmenso.
Me gusta tenerlo encima de la cama, contemplarlo y pensar en que me ha acompañado todos estos años, y se ha hecho mayor conmigo. Su pelo ya no es tan suave y sus ojitos parecen hundidos en su cara. Aun así, le sigo guardando el mismo cariño, o si cabe más, porque hemos madurado juntos.
Creo que el primer juguete, el juguete preferido de cada niño o niña nunca se olvida, nos marca extraordinariamente, es una seña de nuestra primera interacción con el entorno, y también social: el juego. Hoy en día ya no juego como antes, pero a mi manera conservo este vínculo callado con mi infancia .Creo que nunca dejamos de ser pequeños en alguna parte de nuestro ser. Creo que nuestro primer juguete siempre quedará en nuestro subconsciente como un testimonio vital.
Así pues, mi primer juguete siempre ocupará un lugar preferente en mi corazón y en mi vida, porque fue de testigo de los sinsabores y de las risas de largos años de infancia y oído de las cuitas adolescentes, las horas de estudio y las conversaciones amorosas.
Mi primer juguete es un oso de peluche gris, y sigue viviendo a mi lado, como un compañero fiel que es partícipe de lo mejor y lo peor.