Marisa Lozano Fuego
Querida madre
Querida Madre:
Hoy te dedico estas letras a ti, a ti que ves a tus hijos crecer, a ti que los arropas por las noches y les das calor, a ti que concilias trabajo dentro y fuera, a duras penas y luchando, a ti que asistes a sus funciones de cole y haces equilibrios para llegar a fin de mes y que siempre vayan arreglados y a tiempo a clase… a ti que tuviste un parto con dolor, o más de uno, y que sufriste las estrías, la epidural, la cesárea, el miedo , las contracciones, el ruido, la emoción de ver ese ser al lado de tu pecho…a ti que lo alimentas de tu leche y sientes cómo se te pega al cuerpo, una vida , un latido, con sus manos minúsculas y su boca pequeña, ávida de tragar la vida..a ti que le das biberones templados y sientes romper sus encías, a ti que buscas los juguetes, los ruidos, los pañales, el instante para acariciarle, para calmar su llanto nocturno, su miedo, su dolor.
A ti, que tienes compañía o no la tienes en este difícil camino de la crianza, a ti que ya has recorrido este camino y ves cómo son adolescentes, buscando su identidad, cómo ellos, ellas mismas son padres , madres, a ti que sacrificaste tu bien por el suyo y te entregaste una y otra vez a evitarles golpes, decepciones, caídas. A ti, querida Madre, que tienes mil y un rostros distintos, de edades diferentes y múltiples nacionalidades, con un instinto universal, animal, humano, de protección y de cuidado a ese pequeño ser que es continuación de tus genes. A ti, a veces teniendo que luchar sola con todas las etapas del crecimiento. Nadie te ha enseñado y sin embargo aprendes, algo en ti te empuja a conocer exactamente los matices de cada llanto, la cura para cada herida, la palabra justa para calmar la ira, el consejo apropiado para cada crisis. Sí, no esperamos que seas perfecta, tampoco los hijos lo somos, jamás, siempre tememos decepcionarte, caer, a veces tenemos miedo de no poder devolverte todo ese cariño, todas las expectativas que pones en nuestro ser.
Sí, te ha costado mucho, te sigue costando día a día, lo haces con ánimo y alegría, a veces con agotamiento, pero siempre con presencia de ánimo, siempre poniendo por delante tu amor. Querida Madre, este mes y todos los meses, este día y todos los días, deseamos celebrarte, lo mereces. A lo mejor eres madre biológica y has sentido en tus carnes el dolor del parto, a lo mejor eres madre adoptiva y quieres a esa criatura como si fuese de tu sangre, a lo mejor eres un padre que ha hecho las funciones de madre y padre, en cualquiera de ambos casos te felicito, te doy gracias, a ti y a todas las Madres del mundo por cuidar y querer a nuevos seres, a fondo perdido y sin garantía, todos somos hijos de alguien y sin las madres no podríamos existir.
Sé que muchas veces te sientes confusa y te preguntas si lo estás haciendo bien, tal vez te desoriente no tener manual de instrucciones, tal vez comparas tu labor con la de otras madres y te dices si podrías hacerlo mejor, sobre todo cuando tus hijos se lastiman o toman caminos que les hacen daño, a pesar de tus muchos esfuerzos por evitarlo. La vida es un aprendizaje duro, y hace falta equivocarse para seguir adelante, lo estás haciendo bien, tu esfuerzo no cae en saco roto. No es culpa tuya, tú no puedes protegerles de todo, no puedes evitarles el dolor, las decepciones, solamente puedes darles las herramientas necesarias para la vida y acompañarles en este proceso. Lo haces, ya lo haces. ¿Recuerdas cuando eras niña? También sentías así por tu madre, a veces te parecía excesiva su protección, ya de adolescente quisiste afirmar tu personalidad e independencia, pero siempre volvías a ella, aunque fuera a regañadientes, a por un consejo y una mano que consolara la tristeza.
Sé que muchas veces el camino resulta difícil, querida Madre. Este mundo es complicado para lo hijos, somos hijos de las guerras y el hambre, somos hijos de la injusticia, pero también de la Poesía, la Música, el Amor y la Naturaleza. Todos esos factores influyen en nuestro ADN y nos hacen contradictorios, temerosos, dulces, frágiles, fuertes, amargos, sensibles, puros, niños, ancianos, todo ello.
Querida Madre, vivimos en un mundo complicado, pero ya que nos has dado la vida queremos saber qué viene después. Tú también eres hija del mismo mundo y lo afrontas con valentía. No te plantees qué temor vendrá, sino qué dicha nos aguardará después. Sigue habiendo cosas bellas en el Universo, y queremos disfrutar de ellas, y a ser posible, contigo.
Nunca nos perdonaríamos el hacerte llorar, no llores, levanta la cabeza, sé que si te preocupas es porque quieres vernos felices. Es mutuo, aunque no siempre te lo digamos. Merecemos la oportunidad de ser felices, de disfrutar un poco, de creer que un planeta como este puede salvarse, tantos hijos, tantas hijas, poblando una galaxia entera y todos tan diferentes, pero buscando al fin y al cabo lo mismo: sobrevivir, existir, perdurar.
Hace tiempo nos dijeron que este mundo terminaría y míranos, aquí resistiendo, plantando árboles, escribiendo libros, creando belleza a pesar de todo el horror. Querida Madre, sé que tú también creas, y palpitas, y existes, y reconozco tu derecho a ser Persona en toda su plenitud, a ser Mujer en todo su esplendor, porque no eres únicamente Madre, y no podemos embotar el resto de tu Naturaleza. Tienes derecho a ponerte coqueta, a pintarte los labios de carmín, a estudiar un doctorado o conducir una camioneta, a mariscar, a gozar con un orgasmo, a rezar una oración tuya, a ser egoísta y tomarte un día, una semana, un mes para pensar en ti, a cuidar tu salud, tu equilibrio, tu ser, a que no ocupemos los hijos todos tus pensamientos, nosotros estamos agradecidos de tu entrega, siempre lo estaremos. Querida Madre, también es posible que seas Hombre, y nos estés cuidando, aunque sin senos, con todo el seno de tu corazón. Igualmente eres la figura que nos ha criado y reconocemos, aquella que queremos y respetamos, la que nos dio todo como a su vida. A veces nosotros cambiamos de preferencias y gustos, a veces nos enamoramos, decidimos cambiar de ropa, de juguetes, de sexo y esperamos que nos entiendas, nos escuches y nos quieras incondicionalmente, Madre, necesitamos ese abrazo.
Los hijos, las hijas, nos sentimos desorientados a menudo. Amamos a gente que nos lastima, suspendemos un examen, no somos aficionados al baile que te gusta sino al motociclismo, preferimos una poesía que una partida de ajedrez, comemos chucherías en lugar de verdura…tú lo sabes, también fuiste hija, tú sabes lo difícil que es también estar en nuestro lugar y pelearnos con nosotros mismos, Madres, todos los días, por necesitarte y desear tanto complacer tus deseos, tener tu amor. Nos marca la relación Madre-Hijo, lo decía el señor Freud, la mitología griega lo explica con metáforas, sois nuestro primer referente y os amamos antes que a nada. En las postreras relaciones humanas buscamos reflejos vuestros, y es ese amor incondicional el que perseguimos cuando conocemos a una nueva pareja, por eso nos decepcionamos tantas veces, tanto, es imposible de recrear. Queremos que el Otro nos ame como ama una Madre, y eso es casi siempre imposible. No hay amor igual. Sé que no todas las madres son iguales, algunas no quieren que estemos cerca, algunas se olvidan de sus hijos, como hay hijos que se olvidan de sus madres, pero no por eso hemos de olvidar todas las que sí los aman, todos los hijos, todas las hijas que os amamos.
El vínculo Madre-Hijo es hermoso cuando fructifica, es como una planta que crece hacia arriba y floreciendo, mientras florece la edad y sus etapas. Cuando es sano fomenta la independencia y el amor, dos generaciones distintas que se dan la mano, múltiples experiencias vividas en un continuum espacio-tiempo. Anécdotas compartidas, confidencias y ejemplo.
Aunque las criaturas se hagan grandes y se vayan del domicilio familiar, el amor continúa desarrollándose, manteniéndose y creciendo como un árbol gigante que tiende sus ramas hacia arriba, floreciendo, sin enredarse, generando nuevos frutos floridos. Y se enredan las ganas de seguir adelante con los recuerdos del ayer y esa mata de nomeolvides que son los cuentos, las leyendas, la historia de cada familia.
Querida Madre, te comprendo, te acojo, te abrazo. Desde estas letras, desde este escritorio. Acojo tu lucha y tu temple, tu llanto y tu alegría, tu pesar y tus yugos, tu increíble fortaleza.
Has llegado hasta aquí peleando, y seguirás llegando hasta donde tú te propongas, porque el camino es largo pero está plagado de ti, de tus huellas, de tu calor.
Querida Madre, has de estar orgullosa, como lo estamos de ti, en cada paso, en cada pequeño pliegue de arruga, en cada beso y en cada latido.
Siempre te acompañará en el camino la certeza, la esperanza de que para nosotros, los hijos, las hijas del Mundo, eres , fuiste y serás incansablemente la Luz.