Carlos Regojo Solla
Doce horas de vuelo
Luz, tras doce horas de vuelo, llega a Madrid con su invierno limeño a cuestas y transborda a Peinador (donde espera dos horas porque nuestros hijos, erróneamente, fueron a buscarla a Lavacolla). Arreglado el entuerto, una vez en casa, ya todos juntos, contemplando por el ventanal de la sala el persistente tiempo desapacible, le digo, como en un pensamiento mal retenido al borde de una confesión que repentinamente se te escapa:
– Sales de un invierno, y te metes en otro.
En principio la frase solo lleva carácter meteorológico, pero al instante, como un relámpago, adquiere componente e intencionalidad política a tenor de las coincidencias entre lo que acontece acá, en la madre patria, con "nuestro" bipartito protagonizado por un PSOE con su libertad hipotecada precisamente por asesores de la política venezolana, y el (PTE) de Castillo, tan próximos ambos.
Luz es madre de mi nuera, una guapísima limeña que ha sido capaz de sacar de mi hijo dos dulces y brillantes criaturas tan especiales que me han dado una nueva e insospechada dimensión de la palabra abuelo, ahora que el tiempo para vivir el disfrute de un tiempo nuevo, se agota.
Luz, arriba a España desde Lima con todo el resentimiento del cambio monetario y económico impuesto por "El Sombrero" que es como llaman entre asustados y cabreados la clase media y los empresarios peruanos ( mogollón de pueblo) al nuevo presidente de su nación Pedro Castillo, quién al parecer tiene especial interés por cambiar la Constitución peruana, controlar la prensa, aumentar impuestos y hacer "iguales" a todos los peruanos al amparo de un comunismo que se va pegando como una puñetera garrapata a significativos países de latinoamérica, muy en contra de la opinión de la clase media trabajadora, muy en contra de los empresarios, muy en contra de intelectuales como Vargas Llosa, muy en contra de políticos de altura como Lino o como Keiko Fujimore que ha quedado a las puertas de hacerse con el poder en las pasadas elecciones del país andino.
Luz trae el aroma encendido de la responsabilidad en la participación de la protesta en los manifiestos "antisombrero" ocurridos por las calles de Lima hace poco, que no es otra más que la misma Lima del mismo Perú por el cual luchó siempre, en cargos relevantes, con un compromiso incondicional, su marido y mi consuegro, Lino Mogollón Palacios recién fallecido (eternamente enamorado de México y despedido, como él quería, con un Mariachi). Un político limeño al amparo del APRA, partido político fundado hace casi un siglo por Victor Raúl Haya de la Torre desde su exilio también en México.
¡¡Doce horas en el aire, a ocho mil metros de altura, dentro de un fino tubo de aluminio que tira para adelante merced a la potencia de unos motores…!!
Mi lógica; a pesar de la efectividad de la aplicación de las leyes de sustentación a los aparatos voladores, con toda su tecnología añadida, lleva la rutina de volar por el camino del pánico, y no se me ocurre otra sinó contarle lo que se suele decir sobre la aviación comercial:
-¿Sabes porque vuelan los aviones? - pregunto a Luz
Sin esperar respuesta, yo mismo le respondo enfático
- Porque Dios es misericordioso.
Sonríe y me dice:
- No creas, estos viajes también a mí me dan pánico, pero pienso que si algo ocurriese estaría tranquila porque tengo resuelto lo más importante de la vida... ¡pese al burro del sombrero! Su cara se enciende al decir esto y asoma entonces la rebeldía, el temor al destino final de sus ahorros, el peligro de algunas propiedades, la imposibilidad de llevar a cabo proyectos antes viables, los hijos que se quedan...
Esos comunistas quieren transforma Perú como han hecho Morales y Chaves & Maduro en sus países, dice con pasión, aun con el eco de las consignas gritadas hace unos días en la reciente y ultima manifestación en la que participó por las calles de Lima, poco antes de su regreso a España.
-Íbamos por todas -me cuenta, con tal de que el burro
se entere que no lo queremos, que ha hecho fraude para ser elegido, que no necesitamos una constitución nueva...
Me la imagino envuelta en la preciosa bandera peruana, amarrada a la reja que vallaba el parque del cual querían desalojarla, luchando por la libertad de su familia peruana, al tiempo que hacía un guiño de complicidad pensando en su familia española.
-Había cámaras, Carlos, pero a mi no me "conosieron" porque además de la mascarilla llevaba una capucha ... y la bandera.
Le leo esta crónica que la pilla por sorpresa. Le pido permiso para su posible publicación en PontevedraViva, a lo cual accede. Luego llegan los niños Victoria Isabel y Santiago Regojo Mogollón, guapos, andinos como el cóndor y con mi sangre ayudando. Buena mezcla, sí señor.