José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: La vida de nadie
La capacidad de mentir en los niños de corta edad, es una señal inequívoca, de que su cerebro infantil está madurando. Ya cuando somos mayores a veces usamos mentiras “piadosas”, que no hacen daño y tampoco nos hacen sentir mal (“te queda bien ese peinado”, “he pescado 4 lubinas”). Todos utilizamos esta habilidad de una forma u otra.
Pero cuando eres adulto, y toda tú vida se basa en una mentira, como el protagonista de la película que da título a este artículo, dónde se cuenta la vida de un hombre que trabaja en un banco, tiene una familia feliz y todos sus amigos y conocidos están a muerte con él, pero en realidad nada de todo ello es cierto, estamos ante un trastorno, una adicción.
Después están, los que inventan hechos o narraciones fantaseadas, en busca de un protagonismo, ser el centro de atención en todo momento, y que puede encubrir una necesidad de afecto o una personalidad narcisista. Os acordáis de Enric Marco, que durante 30 años relató sus miserias como prisionero en un campo de concentración, y que al final resultó ser un gran impostor.
En las redes sociales, la mentira ya es un deporte universal en el que muchos compiten. En ellas no hay un comportamiento verbal, y no verbal directamente observable (citas a ciegas que causan frustración), por ello es mucho más difícil detectar al embaucador. Pero amigos y amigas, hay personas muy hábiles que son capaces de retorcer la realidad, y creerse sus propias fantasías. El problema grave, existe cuando las pequeñas mentiras, se convierten en grandes, sucumbes a la tentación y te ves envuelto en una realidad paralela, unos “hechos alternativos”, en los que no hay vuelta atrás.
El secreto está en aflorar los detalles. Ni el más hábil mentiroso puede engañarnos a todos. Al final la verdad sale a la luz. ¿O no?.
@novoa38