Pedro De Lorenzo y Macías
El violinista de Silgar
¡He madrugado! Paseo en compañía de mi bastón, sombrero de paja y mi eterna sombra; es fiel y nunca me abandona.
Me embelesa los azules claros oscuros de esta ría de duende, de hechizo.. Te enamora, te extasia, te susurra cantos de leyendas.
¡Allá! A lo lejos, unos pequeños balandros, de blanca vela, eran pilotados por niños y niñas muy jóvenes. Luchaban para aprovechar las suaves brisas que le llevarían a su destino; tenían que enfrentarse a las caprichosas y revoltosas olas… ¡Una panorámica de ensueño!
¡Ya voy entrando en el invierno de la existencia! La brisa salina, los bellos coloridos, me transportaron al inicio de mi primavera. ¡Sí! En las Corbaceiras, en Pontevedra.
Un amigo me dejaba su barquita, de vela un blanco trapo, con timón y dos remos. Aprovechaba el viento norteño y la bajamar. Llegaba al Lourido, engalanado por dunas de naturaleza bucólica.. Aún no llegara la moda del cemento. Sus aguas era transparentes y muy acogedoras. Mucha gente de la ciudad disfrutaban de este edén; los transportaba un vapor a motor.
Era un paraje muy acogedor, rodeado de gallegos pinares y grandes arenales en bajamar. Uno perdía la noción del tiempo.. ¡Siempre lo mismo! Al regreso, ya no me favorecía el viento e iba contra-marea. Lo de remar no era lo mío.
Mis amigos de la Motora me echaba un cabo; me remolcaban hasta mi destino. ¡Sonreían y bromeaban! "Bartolo sesteando". ¡Ya están muy lejanos aquellos años! Volví a la actualidad.
En el recoveco artístico, nuestro escultor nos alegra con una nueva obra. Unas melódicas y entrañables notas musicales, le daba vida, alegría y sus recuerdos. Los niños jugaban a encestar monedas en un cubito de playa.
Seguí mi paseo. Me senté en la terraza del Abuelo Bernardo. Observaba cómo las autoridades daban la noticia que la "Vuelta a España 2021" visitará Sanxenxo el 4 de septiembre.
Observaba a grupito de ciclistas, emulando la futura etapa por el maillot amarillo. Unas jovencitas lucían de madrinas, de azafatas. Sentadas en una terraza, le solicitan al Violinista del Silgar que haga festivo ese acontecimiento.
Sonó su violín: dos piezas que alegraron el entorno. Finaliza…., muchos aplausos y ningún donativo. Acostumbrado a estos acaeceres, sigue su camino.
Pasa por mi lado: le invito a sentarse y accede. Le sugiero que tome un aperitivo. Le apetece pescado, nada de alcohol, nada de bebida. Pide unas sardinas de nuestra ría para llevar. ¡Me que quedé asombrado! Pronto le trajeron su pedido, preparado y envasado.
Poco a poco, fue comentando su vida, muy dura, de sufrimiento y luchando por la supervivencia.
- "Yo, Basila. Tener familia y casa en Rumanía. Tocar en una gran orquesta, el violín, niño. Ir bien. Tiempos difíciles. No pudimos tocar. Muchos irse de Rumanía. Tener amigo en Coruña. Me ayudó y toqué en orquesta. Pronto, muy pronto, ya no tocar y quedar sin nada.
Basila, ¿recibirás alguna pensión, dinero, de ayuda?
- Basila, no dinero. No tener ayudas de gobierno, de otras administraciones. Basila, solo violín. En calles, tocar y gente muy buena, muy buena; dar donativo a Basila. Gracias, gracias. Gente buena, dar dinero a Basila y Basila tocar su viejo y amigo violín. Gracias, gracias……
Se levanta. Lento, coge su menú; lo guarda en su carrito y se va despacio, dejándome con muchos interrogantes. La expresión de su ojos irradian un conformismo sobre su situación vital, no refleja ni amargura ni alegría. En la expresión de su rostro, destella sufrimiento e instinto de supervivencia. Es un luchador que apuesta por la vida.
¿Con quiénes vive? ¿Donde duerme? ¿Tiene cobertura médica? Me dejó perplejo el guardar el menú en su carrito y su andar, despacio, lento. Camina con su soledad y sus misterios.
Inicio mi regreso. Al llegar al Marycielo, el violinista está tocando; la terraza, muy concurrida. Aplausos y donativos. Solicitaron otra. Dejo a mi violinista, alegrando a los visitantes.
De pronto, recibo unas bocanadas de humo de "unas paveras", que traspasó mi mascarilla, dejando un olor a nicotina. Tal vez ellas me invadieron el bichejo chinés que me tuvo doce días en una burbuja.
Una señora les recriminó. Ellas le espetaron: "Ejercemos nuestra libertad que está por encima de estas absurdas medidas". Se alejaron entre risas y florituras.
La libertad de uno finaliza al inicio de las libertades de los demás. El no respetar este límite, son imbuidas por el libertinaje.
Éste es anti-social, no respeta las normas de convivencia, ya sanitarias, ya civiles. Las atrapadas por su libertinaje actúan conforme a capricho. No respetan las medidas para luchar contra esta pandemia; no reflexionan sobre los contagios a los demás.
Se convierten en amigos del "bichejo chinés", y, posiblemente, sean cómplices de las tristes tragedias, sufrimientos y muertes que va dejando esta Pandemia.
Pedro de Lorenzo y Macías.
Fotografías: @Sofía Lorenzo Gómez