José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: Bailando en la oscuridad
Enrique tenía todo de cara en su vida, había aprobado una oposición, tenía una pareja encantadora, y vivía en la ciudad que ellos querían, al lado del mar en un ático pequeño con terraza. Pero de repente todo cambió, empezó a estar inquieto y se irritaba por cualquier nimiedad, era incapaz de concentrarse. Se encerró en sí mismo, y no quería saber nada de nadie e incluso rechazaba, un mínimo acercamiento de su pareja.
Nadie comprendía nada, todos preguntaban por él y Enrique encerrado en su habitación, ausente, hablando consigo mismo, quejándose de dolores en todo su cuerpo, negándose a comer. Cuando le hablaban de salir a dar un simple paseo, levantaba la cabeza, miraba sin mirarte, se agitaba, parecía decir que no. De inmediato un no reiterativo, no,no,no.
Cada día, al llegar la noche, se acercaba a la salita, cogía sus cinco películas favoritas: Casablanca, El apartamento, Bailar en la oscuridad, Tiempos modernos y ¡Qué bello es vivir!, se sumergía en el séptimo arte, y vivía con los protagonistas, sus sueños, anhelos. Se apropiaba de sus emociones, y lograba desconectar de su realidad diurna. A la misma hora, con la misma cadencia repetía su rito cinéfilo.
Llegó una noche, cuando estaba inmerso en El apartamento, al escuchar el diálogo del espejo entre Baxter (Jak Lemmon) y Fran (Shirley Maclaine):
- El espejo está roto.
- Ya lo sé, me gusta así. Así me veo, tal y como me siento.
Enrique observó su propio reflejo, y escuchó el sonido del cristal que se hacía añicos. Percibió sonidos y mensajes extraños que le enviaban su cuerpo, su mente. Se dio cuenta de que no estaba bien y debía dejarse ayudar por un especialista.