Manuel Pérez Lourido
Grupos de Whatsapp
Uno de los índices de popularidad o de estupidez, la cosa no está muy clara, menos reconocidos en los días que transcurren es la cantidad de grupos de whatsapp de la que uno forma parte. Claro que hay quien no tiene whatap, o siquiera un smartphone o incluso carece de teléfono móvil. Sin contar a la gente que ha fallecido. También existe gente que no ve nunca la televisión, periodistas que siguen metiéndose con Podemos después de la retirada de Pablo Iglesias, futbolistas que leen de modo regular, etc, etc. Dicen que en la variedad está el gusto, además. Aunque personalmente creo que en la variedad también está el disgusto: debo ser algo cenizo.
Lo cierto es que nos hemos familiarizado con los grupos de whosthat por el expeditivo procedimiento de dejarnos enredar en ellos. Sin medida. Se hacen grupos de whatthefuck por cualquier cosa. Hay gente especializada en localizar motivos para crear esos grupos y se dedican a ello en cuerpo y alma. Como son mucha peña, todos acabamos estando en alguna de sus listas de contactos y terminamos añadidos a un grupo en un santiamén. Hay seres humanos que tienen más grupos de whatassap en el whatassap que amigos en la vida real.
La función de los grupos de whaspatt comienza coincidiendo con la excusa esgrimida para crearlos por la persona que pasa a ser denominada administrador/a del grupo. Es un título que mola. Todos hemos querido alguna vez administrar algo. Hay quien ha terminado al frente de una administración de lotería y todo. Lo malo es que al poco tiempo el grupo se convierte en un fin en sí mismo y se dedica al autoerotismo comunicativo: los miembros comienzan a exhibirse. Es decir, empiezan a mostrar sus habilidades para compartir el último chascarrillo, el video más desternillante, el meme más simpático, el audio más vacilón, la chanza más ocurrente, la foto más descocada, etc, etc. Es como una especie de barra libre de estupideces. Las ocurrencias de uno son compartidas por otros en los demás grupos en los que se hayan atrapados y se genera una cadena de memeces sin límite que da la vuelta al planeta en cuestión de horas. Se hacen virales auténticas tonterías, pero también mensajes escogidos (en su mayoría falsedades) que convienen que circulen por distintas razones, pero casi siempre en contra de los intereses de quienes los divulgan y a favor de los de quienes los diseñan.
Después está la propia dinámica del grupo. La pelea soterrada por el liderazgo. La capacidad para llevar la conversación por los derroteros que aquellos más dotados para dirigir el cotarro o simplemente más empeñados en hacerlo, ponen en juego. Existen personalidades que en los grupos de whatissup se han revelado como auténticos gurús, llegando incluso a los límites de la fundación de verdaderas sectas. ¿Has visto lo que han puesto en el grupo? No, no haga eso, que el otro día en el grupo...
Para no hablar de la angustia indivual. Esos minutos interminables eligiendo los emoticonos que debes poner en un mensaje que has escrito en dos segundos. Hay personas muy indecisas para los que el whatsthat es una trampa mortal y un grupo de whatsthat la selva amazónica, cuando aún era selva amazónica.
Y también, como en la otra vida, en la de los grupos de whatsmart se producen enfados, deserciones, suicidios: fulanito/a ha abandonado el grupo. Inmediatamente un sucedáneo de la angustia revolotea por los restantes integrantes del colectivo, que se preguntan si ha escrito algo, si han sido ellos; o bien: estaba cantado, ya lo decía yo, esto se veía venir, nunca tuvo la cabeza en su sitio…
Mi mayor argumento, siguiendo los sabios consejos de Groucho Marx, para evitar formar parte de estos grupos es que estén dispuestos a admitir a gente como yo.