Valentín Tomé
Res publica: La invasión
"Marruecos está invadiendo Ceuta con miles de asaltantes por la inacción cobarde y criminal del Gobierno que ha rendido nuestra frontera sur. Exigimos el despliegue del ejército y la expulsión de los invasores. El ejército debe ser desplegado inmediatamente, la seguridad y libertad de los habitantes de Ceuta garantizada, y los invasores expulsados”, manifestaba el líder de Vox, Santiago Abascal. Corroboraba sus apreciaciones el presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas (PP): "ha habido una pasividad cómplice (por parte del Gobierno central) en el sentido de facilitar que esta invasión se produjera". Realizado el análisis de la situación por parte de sus líderes, multitud de compatriotas patriotas hicieron suyo el mismo y bramaban en las redes por restaurar la soberanía española allí donde había sido mancillada.
Lo cierto es que todo aquello distaba bastante de ser una invasión. Las invasiones las hacen normalmente militares fuertemente armados. Lo que allí había mayoritariamente eran niños huyendo de una pobreza extrema, jugándose la vida en una frontera de agua. Hablar de invasión bajo esas condiciones es hacer un flaco favor a la historia de los conflictos bélicos. Poca épica militar podíamos hallar allí y sí mucho de crisis humanitaria.
Es por ello que en aras a facilitarles una epopeya que esté a la altura de su gallardía, les proponemos a continuación a nuestros compatriotas patriotas dos conflictos geoestratégicos en donde desde hace décadas está en juego la soberanía de nuestro Reino, hasta tal punto que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que pocas a veces a lo largo de la Historia, un Estado ha sufrido una invasión de su territorio tan contundente por parte de una potencia extranjera y su única respuesta haya sido la inacción más absoluta. Es hora de restaurar la gloria de nuestra patria, más aún en este momento en el que como podemos observar un fervor patriótico inunda nuestro Reino.
El primero de ellos se encuentra unos centenares de kilómetros más al sur. Me refiero claro está a lo que entre 1958 y 1976 era conocido como el Sahara español. Surgido de la unión en 1958 de los territorios de Saguía el Hamra y Río de Oro, después de que la agrupación de territorios del África Occidental Española dejara de existir, su soberanía por parte de España fue reconocida en los acuerdos de Cintra en abril de ese año. Si bien es cierto que en noviembre de 1975 tuvo lugar lo que se conoce como el Acuerdo Tripartito de Madrid en el que representantes de los gobiernos español, marroquí y mauritano se proponían regular el devenir de la provincia española del Sáhara tras una eventual desaparición de la administración española, esta jamás llegó a producirse después de la "marcha verde” de Marruecos sobre el territorio. Hasta tal punto es así, que todas las resoluciones de la ONU o del Derecho Internacional sobre el tema otorgan la soberanía de este territorio al Reino de España (la Asamblea General de la ONU considera a Marruecos como potencia ocupante, y a España se la considera de iure como la única potencia administradora), aunque hasta la fecha su Jefe de Estado y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas no se haya dado por enterado.
A día de hoy, desde 2019, gracias a la desclasificación de documentos por parte de la CIA, ya conocemos las razones por las que nuestro Rey Emérito "facilitó” aquella invasión. Para el lector que por alguna razón no haya tenido acceso a la información aquí va un breve resumen:
En 1975 se pone en marcha un proyecto secreto de la CIA que tiene como objetivo arrebatar la provincia número 53 de España: el Sáhara Occidental. Se trata no solo de un territorio rico en fosfatos, hierro, petróleo y gas, sino que es muy valioso a nivel geoestratégico. Con Franco ya gravemente enfermo, el entonces príncipe Juan Carlos se convierte en confidente de EE.UU. enviando información secreta de todos los movimientos que el ejército español realizaba en la provincia del Sáhara, facilitando así el 6 de Noviembre de ese año la invasión de la provincia española mediante una marcha de unos 350.000 ciudadanos marroquíes que se harían pasar por antiguos habitantes de la zona. Se trata evidentemente de la famosa Marcha Verde. Todo estaba preparado de antemano. Los campos de minas y los legionarios se habían retirado de la frontera. A cambio, el actual Rey Emérito consigue lo que en principio se le había negado pues la administración norteamericana, como queda reflejado en múltiples ocasiones en esos informes secretos, tenía serias dudas sobre su capacidad y simpatía popular: el apoyo de EEUU a su figura como monarca para liderar el futuro proceso democrático que se iba a abrir en nuestro país.
El segundo punto de nuestra geografía política nos lleva un poco más lejos, a Oriente Medio. Se trata de un residuo de nuestro glorioso pasado imperial y cristiano que desde hace casi un siglo sufre una invasión extranjera a la que nuestro Reino no ha dado respuesta. Como es probable que para una gran mayoría de nuestros compatriotas patriotas resulte algo desconocido, incluido el propio Abascal, al menos eso parece manifestarse cada vez que expresan en público su apoyo a una de las dos partes del conflicto que desde hace décadas se desarrolla en aquella zona, hagamos antes una breve reseña historia:
El reino cristiano de Jerusalén existió a lo largo de dos siglos, de 1099 a 1291. Se había fundado con la Primera Cruzada del papa Urbano II y el título de monarca de Jerusalén fue recayendo en los descendientes del conquistador francés Godofredo de Bouillón. En el año 1277, María de Antioquia, nieta de Isabel I, reina de Jerusalén, decidió vender el título con la bendición papal a Carlos de Anjou, rey de Nápoles. De ese modo, el título llegó a España en 1504, con el nombramiento de Fernando el Católico como rey de Nápoles. Desde entonces, el título de Rey de Jerusalén se sumó a los de la corona española. En el caso de Felipe II así se demuestra con orgullo, cuando en su estimada obra arquitectónica para la posteridad, el monasterio palacio de El Escorial, cuenta con las estatuas de los míticos reyes David y Salomón presidiendo la entrada principal.
Y el título sigue gozando de reconocimiento en la actualidad. Así en cada visita oficial el fallecido líder palestino Yaser Arafat se dirigía al Rey Emérito como "nuestro querido Rey", o por ejemplo el expresidente de Israel, Simón Peres (sefardí), le nombraba con toda solemnidad y afecto como el "monarca de los Santos Lugares". Como la Constitución española de 1978 reconoce, en su Título II 'De la Corona', que el rey de España podrá hacer el uso que considere oportuno de todos los títulos adscritos a la corona española, Felipe VI es rey de Jerusalén desde junio de 2014, fecha en la que se produce la abdicación de Juan Carlos. Y esta sucesión dinástica así ha sido reconocida por el propio Estado de Israel, cuando en enero del año pasado Felipe VI fue designado como único mandatario para inaugurar los actos celebrados en memoria de las víctimas del Holocausto que tuvieron lugar en Jerusalén, al cumplirse 75 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.
Así sobre la que es en la actualidad la ciudad más disputada del mundo, sólo cabe afirmar que su único Estado soberano es el reino de España, preservando así además el ideal cristiano por el que fue creado el reino de Jerusalén en su origen. Un reto sin duda a la altura de nuestros compatriotas patriotas, que además de restituir la gloria de nuestra nación, recuperarían para la cristiandad lo que ahora se encuentra en manos de los tradicionales enemigos de nuestro reino: musulmanes y judíos.
Podrá así Santiago Abascal tapar las bocas de todos aquellos que maliciosamente le recuerdan que jamás realizó el servicio militar; podrá ahora, por fin, servir a nuestra patria, y defender nuestra soberanía allí donde vil y cobardemente fue entregada; continuar la labor de su prócer, y convertirse así en el mayor cruzado de la cristiandad en la posmodernidad: «Voy por rutas imperiales/ Caminando hacia Dios».