Valentín Tomé
Res publica: El ángel de la historia frente a la coleta
Angelus Novus es un dibujo a tinta china, tiza y acuarela sobre papel, pintado en 1920 por el pintor suizo Paul Klee. Fue tal la fascinación que causó en el filósofo y crítico alemán Walter Benjamin, que este lo adquirió inmediatamente. Posteriormente, en su célebre ensayo Tesis sobre la filosofía de la historia, el filósofo nos explica la metáfora que él creía adivinar tras la pintura de Klee:
"Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso."
Como podemos observar, en este bello pasaje se esconde una interpretación radicalmente pesimista de la Historia. Para Benjamin, la Historia no era otra cosa que el vuelo de un ángel nuevo que siembra, de manera irremediable, incluso contra su voluntad, ruina, destrucción y muerte, y a eso, se le llama progreso. La reflexión supone entonces una crítica radical contra la «razón histórica» y sus axiomas (las ideas de continuidad, de causalidad y de progreso).
Sin embargo, también es cierto que en determinados momentos ese viento huracanado que sopla desde el Paraíso en ocasiones amaina o desaparece o incluso llega a cambiar de dirección. Surgen entonces las "singularidades", puntos del espacio tiempo histórico que no han sufrido la embestida del vuelo del ángel y en ellos ha surgido otra cosa que nada tiene que ver con eso con lo que hoy en día conocemos como "progreso". En algunas ocasiones pueden generar paisajes humanos más horribles, pero en la mayoría de ellas surgen cosas más humanas, es decir, asociadas al humanismo. Son esas singularidades las que rompen el tejido espacio temporal apocalíptico trazado por el ángel en su vuelo y se convierten en faros que desde el pasado iluminan a los desesperados del presente advirtiéndoles de que todavía hay esperanza.
Es entonces, por su propia naturaleza insólita, que cuando surgen llaman la atención de nuestros notarios de la realidad. Cual astrónomos, los medios de comunicación observan la trayectoria de nuestro Ángel de la Historia, y en cuanto perciben ligeras perturbaciones en su vuelo teóricamente lineal, dan cuenta de las mismas al resto de la sociedad. En un primer momento observan el fenómeno con detenimiento y piden una revisión de las medidas observadas por si hubiese habido algún error durante el proceso de medición. Si realizada esta, la desviación se confirma, es entonces cuando surgen múltiples discusiones en la comunidad periodística para intentar dilucidar las razones de esa singularidad. Si no se alcanza consenso, lo cual ocurre en raras ocasiones, se llega incluso a afirmar como Santa Teresa que a veces "Dios escribe derecho con renglones torcidos".
Es por eso que, para nuestros notarios de la realidad, lo sucedido en Colombia no merece especial atención. Todo ello entronca con la trayectoria previsible de nuestro Ángel de la Historia. Allí no hay singularidad, en su lugar se desarrolla la linealidad del progreso. Lo que allí sucede en nada difiere de lo esperado en un continente donde mayoritariamente han gobernado las derechas al servicio de los intereses de sus padres tutores, los estadounidenses. Así está registrado por ejemplo por Eduardo Galeano en su magnífico libro Las venas abiertas de Latinoamérica. Gobiernos que atentan incluso contra la vida de sus propios ciudadanos forma parte del paisaje normativo; a veces desde la dictadura, pues previamente esos ciudadanos en las urnas habían forjado una singularidad votando en contra de los dictámenes del progreso, en otras ocasiones desde la "democracia" apoyada militarmente por EEUU como ocurre también en esta ocasión en el caso colombiano. Solo cuando surge una singularidad, como en el caso de la Cuba castrista o de la Venezuela bolivariana, somos informados de ello, por eso cualquier ciudadano podrá decirle el nombre del presidente de Venezuela pero difícilmente sabrá decirle el nombre del primer ministro portugués.
Situación similar ocurre con Palestina. Nada de lo allí acontecido esa semana se escapa del vuelo determinista de nuestro Ángel de la Historia. Es por ello que tampoco nuestros notarios astrónomos nada especial tienen que contar sobre ello. Desde que el ángel puso sus ojos en esa tierra de oriente medio en 1947, cuando la ONU aprobó la repartición del territorio, los palestinos están padeciendo una limpieza étnica, similar a la que en nombre del progreso se realizó durante el colonialismo en otros tiempos y lugares. No hay singularidad, solo Historia. Nada que merezca la pena observar entonces.
También esa semana, en Kabul, una escuela secundaria fue víctima de un atentado terrorista donde murieron al menos 68 personas, la mayoría niñas, y que dejó gravemente heridas a otras 165. El atentado coincidía en el tiempo con la retirada de Afganistán de las últimas tropas de EEUU y Gran Bretaña. Habían llegado a aquellas tierras con la intención, además de combatir contra los enemigos de la libertad, de llevar el progreso y la democracia. Y efectivamente, como ya había ocurrido sin salirse de este siglo en Irak o en Libia, ahí el planeo del Ángel de la Historia cumplió con lo esperado. Nuevamente el progreso se tradujo en más destrucción, ruina, caos y muerte que la que podía haber antes de la llegada de los ejércitos de salvación. Nada que reseñar entonces.
Es por eso que los ojos de nuestros astrónomos se tornaron entonces ante la única singularidad detectada en esa semana, me refiero, claro está, al nuevo corte de pelo de Pablo Iglesias. Se programaron debates, se abrieron editoriales o se lanzaron hipótesis por parte de sesudos analistas para intentar encontrar las razones últimas de tan singular acción. La coleta había desaparecido. No sólo se había ido el político sino también con él su mayor epíteto. Algún sagaz periodista de investigación advirtió incluso que su nuevo corte era idéntico al de un joven Stalin, insinuando así que quizás la singularidad que se había iniciado hace ahora una década no se había cerrado del todo, que existía el peligro real de que el Ángel volviese a desviarse de su trayectoria. Pero la mayor parte de sus colegas interpretaron aquel gesto como el final de aquella singularidad del que el dueño de la coleta había sido su principal símbolo, y que había puesto gravemente en cuestión sus modelos predictivos. Había vuelto la normalidad, las plazas se llenaban ahora de gente que celebraba emborrachadas de hedonismo el final del estado de alarma, y no de jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a acampar en ellas para desafiar el vuelo del Ángel de la Historia. La libertad y el progreso se habían vuelto a adueñar del espacio público y la desaparición de aquella coleta así lo confirmaba…
Pero invisible a los ojos de nuestro Ángel, el viejo topo continúa horadando con lentitud y paciencia el suelo sobre el que se asientan nuestras ágoras modernas, y en el momento más inesperado asomará la cabeza, no ya para crear otra singularidad, sino incluso para convertir lo singular en normal. Y el viento desde el Paraíso dejará definitivamente de soplar para hacer del Ángel de la Historia otro Ángel caído más.
Angelus Novus, de Paul Klee