Carlos Regojo Solla
Miradas
Sostenía mi madre, mujer perspicaz, intuitiva e inteligente donde las hubiese, que lo que más había que temer de un perro era su mirada cuando enfermaba y dependía de tus cuidados y, sobre todo, su mirada cuando quien enfermaba o estaba preocupado por alguna causa, eras tú.
Alguien a quien conocí hace tiempo me comentaba que, cuando falleció su abuela, falleció también, en el mismo día, el perro que tenían en casa sin que estuviese enfermo; así, "por las buenas".
Todos hemos leído o escuchado casos parecidos en los cuales el can no se separa del lecho de su amo enfermo, en la puerta del camposanto o sobre la misma tumba donde este reposa, se pasa horas aullando antes y después del óbito e inclusos dejándose morir por inanición; al respecto, todos conocemos la tierna historia del leal Hachiko llevada al cine de forma impecable por Richard Gere en el film del mismo nombre que a tantos nos ha impresionado; y es que un perro, en convivencia familiar, no es un precisamente un juguete y su categoría en el núcleo de la célula natural se aproxima, e incluso sobrepasa, la de un miembro de la misma. La manifestación de sus emociones, penas y alegrías, al no llevar componentes hipócritas, son reales y no transfigura en su mirada los sentimientos del momento falseando estos como solemos hacer nosotros.
Comentando esta actitud tan exclusiva de la expresión en los ojos de un perro, Maica, una amiga, amante de los perros y del teatro, me dijo en cierta ocasión algo que me quedó grabado:
- Mira, Carlos, para igualar y reflejar un gesto emocional en teatro deberíamos imitar el mismo gesto en la mirada de un perro y ensayar en ese modelo. Que la obra te pide que finjas estar alegre, mira primero cómo lo hace un perro. Que la obra exige tristeza, tu mejor modelo es un perro triste.
De un tiempo a esta parte se aprecia que el parque de perros en nuestra ciudad ha crecido considerablemente. Tal vez una gran parte se deba a la pandemia que nos dejó un trauma con el confinamiento en domicilio y tengamos el perro para salir un poco, poniéndolo como excusa, ( esto se rumoreó por entonces). La "propiedad" de estos magníficos compañeros/as recae en gente comprometida y madura ,y en los hijos de estos, dos generaciones aún jóvenes a la primera de las cuales hemos educado los de la generación nacida en los cuarenta. Todo un logro en el respeto al animal si consideramos, por ejemplo, un hecho significativo que yo conocí de una parroquia en la que el pueblo se enfrentó a su maestro porque este se negó a aceptar la práctica de peleas de gallos existente en el lugar; o la mismísima práctica de peleas de perros todavía "coleando", actividades delictivas contra el respeto animal que van quedando arrinconadas en virtud de una mayor educación amparada en una legislación más dura, acorde con valores sociales y humanos propios del respeto a la dignidad de la vida la represente quien sea, en la era que andamos.
Los nuevos amos de perros no suelen ser exigentes con la elección de razas, ni con la edad de los animales a la hora de adquirirlos. Durante nuestras conversaciones en los parques públicos cuando te presentan sus mascotas compruebas el alto porcentaje de aquellas que han sido rescatadas de las perreras, aliviando así el monumental y desinteresado trabajo de los voluntarios que los recogen de entre el hambre, la enfermedad y el abandono injustificable. Se han comprometido ,y lo cumplen, a cuidar de uno o más amigos olvidados por antiguos responsables y los descubren a una vida nueva en la que sus miradas lucen esperanzadoras.
Nuestras mascotas nos llevan todos los días a diversas horas a vernos en los parques. Son los protagonistas de los territorios de encuentro, por cierto escasos. Se conocen al instante mientras nosotros, sus acompañantes, vamos introduciéndonos en los grupos poco a poco con infinidad de reservas. Algunos salen poco en función del tiempo libre de sus amos quienes aprovechan las pocas horas libres que tienen, los ratos entre el trabajo y la comida. Nuestras conversaciones giran siempre alrededor de ellos y, económicamente, dejan sus necesarios ingresos en clínicas (saludos, "Monse") adiestradores, tiendas especializadas, funerarias… , amén del interesante papel de animales de compañía aplicado a terapias diversas, detectores de tumores, acompañantes de invidentes, utilidad policial... Supongo que, cuando todo prospere como debe, se contemple una buena desgravación fiscal por su tenencia legal y un cómputo del tiempo laboral por su cuidado a la hora de la jubilación ( volved a leerlo. Ya hay que tener en cuenta legalmente la situación de una mascota a la hora de separación y/o divorcio)
Lejos están aquellos años de mi infancia en que los perros caminaban sin rumbo por las calles en grupos asilvestrados, procreando y peleándose por doquier con el único y brutal freno del lacero, un hombre con una camioneta que los cazaba por la ciudad con una pértiga metálica hueca con lazo corredizo,que los llevaba no se sabe bien donde.
Nuestra coincidencia en los parques con momentos en que los niños ya han salido del cole genera fricciones que pueden ser subsanadas en su mayor parte. La inmensa mayoría de personas que tenemos la suerte de sacar a pasear un perro nos responsabilizamos plenamente de recoger sus desechos, pero siempre queda alguien que no lo hace y ello nos concierne al resto. Tenemos que ser todos conscientes de esto y restablecer sin discusión una paz fuerte y duradera entre los amigos de los perros y aquellos a los cuales aún no los conocen y, sobre todo, ser los primeros en ceder ante un conflicto.
Es de agradecer las nuevas normativas legales referidas a la agresividad de algunas razas al contemplar dicho temperamento en cada animal y la educación que recibe. Supongo que nada habrá que temer si la ley deja una banda ancha de comportamiento derivado de la edad y carácter particular de cada ejemplar. Vuelvo de nuevo a tomar una historia que os ofrezco gracias a la Biblioteca Digital de Castilla León donde reencontré un viejo librillo de lecturas de infancia titulado Lecturas de Oro, de Ezequiel Solana del que ya he hecho referencia en otras ocasiones .Se trata de una historia sobre el valor de la educación "Los perros de Licurgo" que encontraréis en el capítulo LXIV, páginas 91,92 y 93 y que hoy nos viene que ni pintado.
"En recuerdo de mis mascotas FAI y NUBA que ocuparon casi treinta años de mi vida, haciéndola más humana. Al año del fallecimiento de la última de la cual conservo sus restos incinerados junto a la huella de una de sus manitas que tantas veces me dio en tanto vigilaba la causa de mis alegrías y mis tristezas".