Valentín Tomé
Res publica: Ayuso, Gabilondo y Platón
«Toda la filosofía occidental se reduce a una serie de notas escritas al margen de las páginas de Platón» con esta contundente frase reconocía el filósofo y matemático inglés Alfred North Whitehead el enorme peso que ha tenido en la historia del pensamiento la obra del filósofo ateniense. Sin embargo, el pensamiento platónico no siempre ha generado ese entusiasmo expresado por el inglés. Su pensamiento político ha sido siempre uno de los campos que más debates ha suscitado y más cargado de polémicas, hasta tal punto que el filósofo americano Karl Popper (o en España Fernando Savater) lo ha llegado a acusar de ser el germen de todos los totalitarismos sufridos durante el siglo XX.
Sin duda, Platón no tenía un especial cariño hacia la democracia como forma de Gobierno. Para él, se trataría de un sistema que, en el mejor de los casos, nos somete a la tiranía de la resultante de todas las "opiniones" en litigio, sin preocuparse de si éstas son justas o injustas, de si la prosperidad o el bienestar que prometen a unos exigen la segregación, la explotación o el exterminio de otros. En su opinión, si una mayoría, por muy mayoría que sea, no tiene la obligación de someterse a la Ley o a la Justicia o la Verdad, es fácilmente manipulable. Si, por ejemplo, es legítimo engañar para convencer a la mayoría, ésta será, sin duda, engañada por quien tenga más poder o más dinero para invertir en su manipulación (es en ese momento donde emergerían las desigualdades de clase social preexistentes en ese contexto supuestamente democrático). En esas condiciones el triunfo de la discusión no depende del intercambio de argumentos racionales entre ciudadanos que se tratan de igual a igual, como ocurre por ejemplo en un diálogo socrático. Y de este modo, la dictadura de la mayoría no será, en el fondo, más que la dictadura de una minoría que ha manipulado, engañado, chantajeado, comprado o amenazado a la mayoría.
En definitiva, Platón estaba argumentando en favor de una diferencia fundamental para la Ciencia Política, una cosa es la democracia "pura", sin adjetivos ni atributos, y otra bien diferente es un Estado de Derecho. Solo es en el segundo caso donde se garantiza la existencia de una geometría institucional en la que la Ley, la Justicia o la Verdad prevalecen sobre las demás cosas. Así, cosas como el derecho a la información, la educación pública y universal, la separación de poderes o los derechos humanos permanecen a salvo del capricho de cualquier tirano, sea este de la naturaleza que sea. En definitiva, se trata de civilizar la democracia, asegurándose así que todos los ciudadanos sin distinción tienen iguales derechos y deberes.
Desde luego, una buena parte de los filósofos políticos lo que hizo, desde la Ilustración, fue tomarse muy en serio estas advertencias de Platón sobre los peligros de una democracia pura, al igual que los movimientos socio-políticos de Izquierda, para ir construyendo, no sin toneladas de dificultades y penurias, algo similar a los Estados de Derecho surgidos fundamentalmente en el mundo occidental a mediados del siglo XX (al menos desde el punto de vista formal, otra cosa es lo que estos realmente puedan ser en la praxis). En nuestra Constitución, o en cualquier otra de un Estado moderno, están consagrados una serie de principios fundamentales en forma de derechos y deberes universales que lo que tratan en definitiva es de hacer verdaderamente efectiva y posible la democracia.
¿Podríamos decir entonces que los temores platónicos sobre la democracia ya han sido claramente superados en nuestras democracias modernas gracias a la configuración de los Estados de Derecho? Vayamos a las próximas elecciones que se celebrarán en la Comunidad de Madrid intentando encontrar alguna respuesta.
Independientemente de lo incierto de los resultados en cuanto a los bloques ideológicos en disputa, al menos ya tenemos una cosa clara: según todos los estudios demoscópicos y encuestas electorales, Isabel Díaz Ayuso y Ángel Gabilondo serán, de largo, los candidatos con mayor número de votos (todo apunta que en torno a los 2/3 del total). Es decir, los madrileños y madrileñas, en su amplia mayoría, tienen bastante claro sus preferencias para ocupar la presidencia de su región.
"Los contagios se están produciendo, entre otras cosas, por el modo de vida que tiene nuestra inmigración en Madrid". "Si ha habido criterios técnicos y sanitarios que te dicen igualmente esta persona va a fallecer, que mejor se quede ahí, yo no lo puedo cuestionar ahora en frío y a toro pasado". "IFEMA ha demostrado que en los hospitales que tienen techos altos los pacientes sanan muy bien". Estos son sólo algunos de los múltiples aforismos enunciados en el último año por la que será, salvo sorpresa, la candidata con mayor número de votos. Es probable que a su electorado estas frases, dignas del Trump más inspirado, no signifiquen absolutamente nada, al fin y al cabo, lo que importa verdaderamente, y más aún en una presidenta, son los hechos. Vayamos a algunos de ellos:
Del 18 al 25 de marzo de 2020 se firmaron cuatro protocolos por un responsable del Gobierno de Ayuso (su consejero de Sanidad es el número dos de la lista electoral). Protocolos que no fueron vistos por ningún Ministerio del Gobierno central. Estas órdenes incluían pautas para que los pacientes fueran trasladados solo si no presentaban deterioro cognitivo o no tenían alguna discapacidad física. También en Atención Primaria se establecieron criterios para limitar el traslado de mayores de 80 años, tal y como publicaron diferentes medios. Esto supuso que miles de personas mayores, se desconoce la cifra exacta, fallecieran por coronavirus sin siquiera recibir ningún tipo de asistencia médica.
El 23 de marzo, las instalaciones de IFEMA se transformaron en un hospital de campaña que la comunidad habilitó en apenas 48 horas. Para rellenar la plantilla de este centro, la presidenta reclutó a personal voluntario entre hospitales y centros de atención primaria, lo que ocasionó una herida en las plantillas de algunos ambulatorios. La factura de este "hospital milagro" habría ascendido hasta los 59 millones con 132 contratos realizados por la vía de emergencia. Pliegos cuantiosos como el adjudicado a Clece (filial de ACS,) para llevar a cabo la limpieza por 3,9 millones de euros.
En pleno pico de la pandemia, la comunidad confirmaba en mesa sectorial que los 10.000 profesionales sanitarios contratados al inicio no serían renovados, reduciendo de nuevo las plantillas a cifras con las que será imposible afrontar los retrasos de consultas, cirugías o pruebas diagnósticas.
"La Consejería ha organizado un dispositivo para que a partir de mañana los 11.500 alumnos que tenían precio reducido de comedor por recibir la Renta Mínima de Inserción puedan recoger su comida en los locales de Telepizza", afirmaba el día 16 de marzo, mientras los nutricionistas no salían de su asombro. Al parecer, tras esa decisión están los vínculos entre la Fundación de la Nutrición (FEN), que asesora al gobierno regional, con estas empresas, siendo uno de sus vocales Fernando Frauca Amorena, alto cargo de Telepizza.
El 1 de diciembre abría las puertas el hospital Isabel Zendal, la apuesta de la presidenta de la comunidad, "el mejor hospital de pandemias de Europa" en sus propias palabras, que nacía sin plantilla propia para nutrir un espacio diáfano de camas contiguas al más puro estilo IFEMA. Más de 150 millones de euros, 100 más de lo inicialmente presupuestado, para unas instalaciones sin quirófanos, sin laboratorios y sin plantilla propia. Tan solo 106 voluntarios comenzaban a faenar en sus dependencias y la comunidad se veía obligada a empezar a reclutar a 563 trabajadores de manera forzosa entre el personal contratado como refuerzo covid.
Todo lo enunciado anteriormente, y mucho más que se ha omitido para no extendernos demasiado, es información pública, no es necesario acudir a algún archivo de un sótano oscuro o navegar por la red profunda para acceder a la misma. A pesar incluso de que en lo más duro de la pandemia, fuentes internas de su partido consideraban un "despropósito" la estrategia seguida por ella y marcada por su asesor de cabecera, Miguel Ángel Rodríguez, y que "ha perdido por completo el relato de la gestión de la crisis y su estrategia empieza a hacer aguas", el tiempo lo ha borrado todo, y hoy en día se postula como la gran favorita.
Mientras todo esto ocurría, el liderazgo de la oposición recaía sobre Ángel Gabilondo, que había sido el candidato más votado en las últimas elecciones. El catedrático de Metafísica decidió desde el primer minuto desaparecer dejando a su multitud de votantes en el desamparo. Como un personaje en busca de un autor, deambulaba por la Cámara madrileña sin saber exactamente qué hacer, sobrepasado por el ambiente trumpista que allí se respiraba. Y decidió no hacer nada, que como afirmó en su día el sofista M. Rajoy, es también otra forma de decidir. Mientras el caos, la corrupción y la muerte se apoderaban de la región, Ángel se refugió en las últimas investigaciones realizadas en su campo de estudio: ¿Qué es ser persona, qué tiene que ser, qué debe de ser?, ¿Qué elementos forma la realidad?, ¿Hay diversos grados de realidades o sólo una, o una rodeada de elementos-entes, cómo se conforma la realidad?... Hasta unos días antes del anuncio electoral, desde sus propias filas se hacía un llamamiento para que abandonara el cargo por el riesgo de que terminara hundiendo electoralmente al partido. Sin embargo, el hombre soso, serio y formal (y ausente) será nuevamente el candidato socialista. Y a tenor de lo enunciado antes, tampoco parece que su electorado se haya sentido especialmente defraudado.
En definitiva, de estar Platón entre nosotros, probablemente al observar el panorama madrileño volvería a ser víctima de sus desasosiegos. Pensaría que para enfrentarse electoralmente a Ayuso no sería necesario presentar a ningún rey filósofo que descendiese de las alturas para restaurar lo que ha sido mancillado: la Ley, la Justicia o la Belleza. Bastaría con una persona cuyo único atributo fuese la decencia, así, sin más. Que se tomase en serio la cosa pública y estuviese dispuesto a defender lo que tanto constó construir. Pero eso tan aparentemente natural suena, hoy en día, a utopía.