Marisa Lozano Fuego
Oda a la tristeza
Cogemos a la tristeza de los pelos. Si, lo hacemos, lo hacemos con rabia y con ansia, lo hacemos de ventrículo y de aorta, lo hacemos porque otro remedio, no queda.
¿Cómo es tu tristeza? La mía ha tomado todas las formas y colores, una madrugada, una lágrima, el poso de un Cola Cao, una despedida o esa ilusión tan deslucida que trae dejar la inocencia atrás.
Quizás mi tristeza y la tuya no sean tan diferentes, quizá caminen de la mano, a lo mejor se besan en la boca con mascarilla y sin complejos, o no fuiste la favorita, o también llevabas aparato en los dientes, o creíste que los buenos ganaban y nunca aprendiste a conducir.
A lo mejor nuestras alegrías también llevaban un nombre exacto, el abrazo de nuevos días, un corazón dibujado con témperas, una declaración de amor platónico, dos donuts para merendar.
Ambas sencillas y sinceras, hola tristeza, hola alegría, hemos sabido fabricaros bien. La cuestión es cuál de ambas ahora se despierta junto a nosotros, porque los días parecen grises, ahogados por la incertidumbre, y necesitamos esa máquina de ilusión que conforma la ternura y también tal vez el idealismo utópico para creer que todo saldrá mejor, porque parece un poquito increíble, aunque peor está claro que no puede salir.
Por favor, dame tu tristeza, estará en mi mano, la guardaré con mimo, dame tu alegría, estará en mi corazón, lo haré palpitar. Dame todos y cada uno de tus recuerdos, con los míos los pondremos en un álbum de fotos y nunca morirán, deja que te cuente la historia de aquellos que sobrevivieron al naufragio, a la peste, al desamor, se llamaban Humanidad como nosotros.
Tenían la misma piel y tal vez el mismo grupo sanguíneo, y lo hicieron, porqué no nosotros, tú y yo, ellos y ellas, todo el mundo resucitando, ahora que es momento de hacerlo, Alguien en Alguna Parte lo hizo y nos mira con Amor.
Sí, dame tu mano, se fundirán, tristeza alegría y recuerdos, no importa que debamos llevar gel desinfectante, sirve para espantar las penas.
Y cuando veas y veamos que nuestra tristeza es gemela y nuestra alegría se hace grande si la juntamos con la de los demás, tal vez comprendamos que de esta terrible pandemia solo nos salvará el tener un barco de fraternidad. Un océano de empatía. Y ningún miedo a navegar.
Marisa Lozano Fuego
María Luisa Carrillo Lozano