Marisa Lozano Fuego
Por favor... llamadme poeta
Hace ya tiempo que nadie me ofende. Realmente eso debería congratularme, pero una está, como el perro a los palos o a las pulgas acostumbrada a cierto batallar.
Pues sí, ya no me dicen aquello que solían llamarme una vez cursada la calle Oliva o tras leer un verso un tanto contestatario. Sabéis, solían llamarme Poeta. Era extraño, era divertido. Nunca entendí por qué me lo llamaban o por qué habían dejado de hacerlo. Ninguna de ambas cosas pedí, yo solo sé que un día de tantos empecé a vomitar en folios o en pantallas, todo el dolor, toda la rabia, todo el amor, toda la bilis y sabéis, fue curándose me dio la sensación de que el mundo también.
Otros lo hacían conmigo en tabernas, escuelas, iglesias, así que continué. Al arbitrio de que nunca comería de esto y de que la gente me llamaría loca, extraña, bohemia y demás lindezas que tantas veces han barnizado mis oídos. Eso también lo añoro, fíjense qué melancolía tan dulce añorar epítetos tales, no mi vida o mi amor...sino, poeta.Yo también se lo llamo a gente.
Podría ser constitutivo de injuria, yo nunca he conminado a nadie a leerlo ni en mi DNI pone tal cosa, ni creo que en los de mis compañeros de fatigas lo ponga. Hacemos algo parecido. Creamos una realidad única, o tal vez exacta e indecible .Le ponemos acentos, rima, metáforas, lo adornamos de giros lingüísticos…pero sobre todo, la sentimos. Y desgarra el corazón la ternura, el deseo y la fraternidad, porque hemos parido poesía y nadie ha venido al parto, o tal vez sí, varias personas que la han leído, algunas con amor y otras con cierta indiferencia preguntándose por qué usar aliteraciones, anáforas, endechas compatibles o asonancias, todas esas cosas extrañas que parecen pedantería y son como volantes, como frufrús, como una manera de mimar las palabras.
Hace tiempo que nadie me llama Poeta y empiezo a echarlo de menos, no porque me lo digan, sino porque era mi única seña de identidad últimamente. Ni soltera, ni casada ni empleada, ni madre, ni novia, no, ni colora ni verde, pero sí poeta. Paria, irredenta, loca, si, chiquillos, poeta, aquello nos salvaba. Y cualquier comportamiento excéntrico, en vez de ser paralogizado con diagnóstico o farmacología, en lugar de ser estigmatizado, era producto de dicha palabra, de esa bendita etiqueta que nos preservaba del mal terreno: es que es poeta, la pobre, es que es así.
Cuánto lo añoro, como salvaguarda, como rótulo, como aliciente, qué dese grande de decir algo como
De mis ojos saldrán perlas nacidas
como lágrimas hacia tus altares,
derramarán mis cuencas los pesares
de tantas y tal largas despedidas
de la tristeza migrarán huïdas
volaremos en alas siderales
y morderemos recios y cabales
así como la sangre va a la herida,
iremos a cantar la canción fiera,
dulcísima, carísima, tremenda
de aquellos que tan solo quieren ser
un trocito de bestia forastera
que no se compra y que jamás se venda
y que os ruega de nuevo renacer.
Marisa Lozano Fuego /Maria Luisa Carrillo Lozano (¿*poeta?)
Pues eso. Algo así. Llamadme poeta de nuevo, por favor.
Si no, yo lo haré con vosotros.
El mundo tiene etiquetas crueles .Esta es lo bastante humana y también lo bastante grande para que se acoja cualquier corazón.
Feliz Dia Mundial de la Poesía.
Ayer. Hoy. Mañana. Volved a ofenderme con versos. No sabéis cuánto los/os añoro.
Gracias.
M.
Cita de Bukowski.Sobran palabras.
https://narrativabreve.com/2014/07/poema-bukowski-ser-escritor.html